7/02/2021, 13:56
No le cabía duda alguna de que Juro había aprendido más en su corto período como exiliado que en los años anteriores como ninja de Kusagakure, tal y como decía. De lo contrario, no estaría allí, de pie y respirando.
Mientras el exkusajin seguía hablando, Zaide oteó los árboles del bosque. Si los ninjas de Uzushiogakure habían perecido contra aquella bestia, la villa no tardaría en darse cuenta que sus efectivos no regresaban a casa. Pronto mandarían a alguien —si es que no lo habían hecho ya— para averiguar lo sucedido. Ninjas más competentes y capaces, que en esta ocasión solo necesitarían parar en el pueblo para que un hombre y su hija señalasen con el dedo la dirección a la que debían dirigirse.
No era seguro permanecer mucho más tiempo allí.
—Oh, no te recomiendo seguir mis pasos —respondió cuando el muchacho quiso saber cómo se había ganado la vida todo aquel tiempo—. Mi especialidad era secuestrar ninjas. Los raptaba y pedía un rescate. Hay una anécdota graciosa de eso —recordó de pronto—. La última vez secuestré a una kunoichi de Uzu y un mojigato asustadizo. La chica era una Sakamoto, ¿sabes? Una familia podrida de dinero. Total, que dejo marchar al chico para que vaya a avisar a los padres y les diga el precio del rescate. Previa amenaza de que no cuente nada a la villa, blablablá. El protocolo habitual. Aquello acabó siendo una chapuza —reconoció, con algo de pena. Aquella chica no se había merecido lo que le sucedió—, pero acabé sacando cinco mil ryōs. Buena suma, ¿huh? O lo sería, de no ser porque años después descubrí que me estafaron.
¿Qué habría sucedido, de saber en aquella época qué tenía entre las manos? ¿Hubiese cambiado algo? Lo más probable es que hubiese acabado muerto, y, con ello, la matanza del Valle no se hubiese dado.
—El mojigato… ¡El mojigato era el jodido jinchūriki de Uzu! —exclamó, soltando una carcajada seca—. Imagínate lo que hubiese podido pedir por él. Imagínate lo que hubiesen pagado.
Oh, sí. Definitivamente hubiese terminado muerto. Ahora, en cambio, ya no se dedicaba a esas cosas. Vivió bajo un tiempo bajo el amparo de Dragón Rojo, y, aunque ya no se sentía parte de él, todavía seguía subsistiendo gracias a ellos. Gracias a las ganancias que habían tenido por el omoide años atrás, al menos. Uchiha Zaide había metido mano en la caja en alguna ocasión —para qué engañarse, en todas las oportunidades que había tenido—, y había tirado del dinero manchado de azul hasta entonces.
Lástima que se le estaba terminando.
Mientras el exkusajin seguía hablando, Zaide oteó los árboles del bosque. Si los ninjas de Uzushiogakure habían perecido contra aquella bestia, la villa no tardaría en darse cuenta que sus efectivos no regresaban a casa. Pronto mandarían a alguien —si es que no lo habían hecho ya— para averiguar lo sucedido. Ninjas más competentes y capaces, que en esta ocasión solo necesitarían parar en el pueblo para que un hombre y su hija señalasen con el dedo la dirección a la que debían dirigirse.
No era seguro permanecer mucho más tiempo allí.
—Oh, no te recomiendo seguir mis pasos —respondió cuando el muchacho quiso saber cómo se había ganado la vida todo aquel tiempo—. Mi especialidad era secuestrar ninjas. Los raptaba y pedía un rescate. Hay una anécdota graciosa de eso —recordó de pronto—. La última vez secuestré a una kunoichi de Uzu y un mojigato asustadizo. La chica era una Sakamoto, ¿sabes? Una familia podrida de dinero. Total, que dejo marchar al chico para que vaya a avisar a los padres y les diga el precio del rescate. Previa amenaza de que no cuente nada a la villa, blablablá. El protocolo habitual. Aquello acabó siendo una chapuza —reconoció, con algo de pena. Aquella chica no se había merecido lo que le sucedió—, pero acabé sacando cinco mil ryōs. Buena suma, ¿huh? O lo sería, de no ser porque años después descubrí que me estafaron.
¿Qué habría sucedido, de saber en aquella época qué tenía entre las manos? ¿Hubiese cambiado algo? Lo más probable es que hubiese acabado muerto, y, con ello, la matanza del Valle no se hubiese dado.
—El mojigato… ¡El mojigato era el jodido jinchūriki de Uzu! —exclamó, soltando una carcajada seca—. Imagínate lo que hubiese podido pedir por él. Imagínate lo que hubiesen pagado.
Oh, sí. Definitivamente hubiese terminado muerto. Ahora, en cambio, ya no se dedicaba a esas cosas. Vivió bajo un tiempo bajo el amparo de Dragón Rojo, y, aunque ya no se sentía parte de él, todavía seguía subsistiendo gracias a ellos. Gracias a las ganancias que habían tenido por el omoide años atrás, al menos. Uchiha Zaide había metido mano en la caja en alguna ocasión —para qué engañarse, en todas las oportunidades que había tenido—, y había tirado del dinero manchado de azul hasta entonces.
Lástima que se le estaba terminando.
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)