10/02/2021, 18:42
Un día del fuego como cualquier otro para el muchacho, sin muchas preocupaciones realmente, como cualquier otro día, ya había hecho algunos mandados temprano y sus progenitores estaban trabajando en la tienda así que tenía la casa para él solo.
¿Qué más podría estar haciendo alguien como Dōsan un día como ese?
La casa Tashiro era una propiedad de dos plantas rodeada por una tapia con una base de piedras seguida por un muro de arcilla pintado de blanco con refuerzos de madera y rematado por un par de filas de tejas verdes oscuras que dificultaría el agarre a cualquiera que se intente trepar, la entrada de la vivienda era un elegante portón de madera lo suficientemente ancho como para dejar pasar un carro, siendo la casa de comerciantes a veces había que alojar cargamento antes de fraccionarlo y llevarlo a la tienda.
Ese día, a esa hora, la puerta estaba abierta y si uno asomaba podría llegar a ver a un relajado muchacho echado sobre una galería de madera, el sol era el mejor aliado para un día como ese, fresco pero tolerable. Junto al ninja había un platito con un par de palillos, una taza de té a punto de terminarse. ¿Pero qué estaba haciendo Dōsan? Estaba leyendo algo, muy concentrado, pero no parecía ningún manual de tácticas de guerra, ni tampoco un manuscrito de algún estilo de esgrima, mucho menos un libro de medicina, no.
Tashiro Dōsan se encontraba recostado sobre el piso con un palillo en la boca leyendo Juego de Kages, en su versión de manga.
¿Qué más podría estar haciendo alguien como Dōsan un día como ese?
La casa Tashiro era una propiedad de dos plantas rodeada por una tapia con una base de piedras seguida por un muro de arcilla pintado de blanco con refuerzos de madera y rematado por un par de filas de tejas verdes oscuras que dificultaría el agarre a cualquiera que se intente trepar, la entrada de la vivienda era un elegante portón de madera lo suficientemente ancho como para dejar pasar un carro, siendo la casa de comerciantes a veces había que alojar cargamento antes de fraccionarlo y llevarlo a la tienda.
Ese día, a esa hora, la puerta estaba abierta y si uno asomaba podría llegar a ver a un relajado muchacho echado sobre una galería de madera, el sol era el mejor aliado para un día como ese, fresco pero tolerable. Junto al ninja había un platito con un par de palillos, una taza de té a punto de terminarse. ¿Pero qué estaba haciendo Dōsan? Estaba leyendo algo, muy concentrado, pero no parecía ningún manual de tácticas de guerra, ni tampoco un manuscrito de algún estilo de esgrima, mucho menos un libro de medicina, no.
Tashiro Dōsan se encontraba recostado sobre el piso con un palillo en la boca leyendo Juego de Kages, en su versión de manga.