10/02/2021, 20:21
«Veamos… Se supone que la casa de Dosan se encuentra al final de esta calle», se decía a sí mismo Koma.
El joven genin dio un medio giro de su cuerpo para cambiar de dirección hacia la calle que indicaba la carta. A primera vista, las casas de ese lugar eran mucho más grandes y costosas que la mayoría de las del centro de la aldea.
«¿Será esta la dirección correcta?», se preguntaba el genin.
Cada uno de los pasos del chico iban acercándolo a su destino, la residencia Tashiro. Koma miraba cada una de las casas las cuales variaban en fachadas pero conservaban una similitud básica entre ellas.
«¿Cuál de estas podrá ser? —volvía a preguntarse a si mismo mientras avanzaba—. Supongo que debe ser aquella.»
Koma ubicó con su mirada la casa más alejada de todas. Se trataba de una residencia de dos plantas elaborada con múltiples materiales, algo que en definitiva debió costarle algo de dinero a la familia Tashiro. Y por si no fuera poco, un elegante portón de madera hacía de entrada principal del hogar. La distinguida puerta se encontraba abierta de par a par; al parecer, muy a pesar de su acomodada vivienda, la seguridad era una de las cosas que la familia no tenía muy en cuenta.
«¡Vaya! Jamás imaginé que Dosan viviese en un lugar como ese», pensaba mientras se acercaba.
Al principio, el ninja había decidido a buscar una especie de timbre que avisase su presencia en ese lugar, pero para cuando pudo acercarse lo suficiente a la puerta, notó que en el interior de ésta, a unos diez metros aproximadamente, se encontraba la figura de un joven recostado sobre una galería de madera. Koma entrecerró sus ojos para afinar su visión.
—¿Dosan? —exclamó en voz alta.
El joven genin dio un medio giro de su cuerpo para cambiar de dirección hacia la calle que indicaba la carta. A primera vista, las casas de ese lugar eran mucho más grandes y costosas que la mayoría de las del centro de la aldea.
«¿Será esta la dirección correcta?», se preguntaba el genin.
Cada uno de los pasos del chico iban acercándolo a su destino, la residencia Tashiro. Koma miraba cada una de las casas las cuales variaban en fachadas pero conservaban una similitud básica entre ellas.
«¿Cuál de estas podrá ser? —volvía a preguntarse a si mismo mientras avanzaba—. Supongo que debe ser aquella.»
Koma ubicó con su mirada la casa más alejada de todas. Se trataba de una residencia de dos plantas elaborada con múltiples materiales, algo que en definitiva debió costarle algo de dinero a la familia Tashiro. Y por si no fuera poco, un elegante portón de madera hacía de entrada principal del hogar. La distinguida puerta se encontraba abierta de par a par; al parecer, muy a pesar de su acomodada vivienda, la seguridad era una de las cosas que la familia no tenía muy en cuenta.
«¡Vaya! Jamás imaginé que Dosan viviese en un lugar como ese», pensaba mientras se acercaba.
Al principio, el ninja había decidido a buscar una especie de timbre que avisase su presencia en ese lugar, pero para cuando pudo acercarse lo suficiente a la puerta, notó que en el interior de ésta, a unos diez metros aproximadamente, se encontraba la figura de un joven recostado sobre una galería de madera. Koma entrecerró sus ojos para afinar su visión.
—¿Dosan? —exclamó en voz alta.
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