2/03/2021, 23:54
La calma tras la tormenta. Así habría definido el breve intercambio de palabras que habían tenido tras la sutil amenaza de Zaide. Cuando por fin creía que la cosa iba a mejorar, entonces, le dio donde más le dolía: la posición de Kusagakure.
Aunque solo fuera por un instante, Juro no pudo evitar un pensamiento que le recorrió, como un estremecimiento.
« Así que ahí está lo que buscaba » — No supo si realmente había sido algo sorpresivo o si, quizá, Zaide había estado esperandolo durante toda la conversación.
Durante unos instantes, no supo que decir. ¿Cómo responder? El sentido común tenía una lógica aplastante: hace unos segundos, había temblado por su vida. No había nada que Juro pudiera hacer si ese hombre decidía hacerle algo terrible. Lo único que debía hacer, en este caso, era agacharse, cumplir sus demandas, y marcharse silenciosamente. Regresar con el rabo entre las piernas a su madriguera y, quizá, no salir nunca de ella. Las piernas, traicioneras, comenzaron a temblarle levemente, como si su cuerpo recordara el golpe de terror que había recibido. O anticipara otro.
Sin embargo, si era tan evidente, ¿Por qué aquel peso en el cuerpo? ¿Que era aquel nudo en la garganta que le atenazaba?
Sabía de lo que era capaz el hombre que tenía delante. De pronto, no pudo evitar recordar. A su familia, quién aun vivía ahí. A su alumno, a sus antiguos amigos. A toda la gente inocente de aquel lugar. Puede que la villa le persiguiera, pero... ¿Qué culpa tenían ellos? Si daba la ubicación de su antigua villa a un grupo terrorista criminal, ¿Qué clase de cosas podrían hacer a todas esas personas? ¿Qué clase de masacre causarían? Durante tanto tiempo había tenido pesadillas sobre como, él mismo, había estado a punto de causar una gran masacre. Y ahora, ¿Iba simplemente a permitirlo por terror?
Su instinto de supervivencia le decía que huyera. Y sin embargo, su ser, su maldita conciencia, había decidido que se jugara la vida por unas personas que ahora mismo, desearían verle muerto.
— Te respeto lo suficiente como para no intentar engañarte. Preferiría no hacerlo — dijo, mientras se disculpaba con la mirada. Aunque de poco se mostraba. Su cuerpo estaba rígido y su corazón temblaba a mil por hora —. Ha pasado un año desde que pusieron ese cartel con mi nombre. No quiero que aumenten la cifra, ni tentar a la suerte. Tampoco que asocien mi nombre a un grupo criminal que hace tan poco provocó semejante caos. No me vendría nada bien, ¿entiendes? Y una cosa es que te capturen solo, pero otra que te pillaran con una dirección que solo un exninja de Kusagakure puede conocer.
» No me malinterpretes. Si pudiera, te daría la dirección del despacho de la Morikage encantado. Eso me da igual — razonó —. Pero en esa Aldea no existen solo ninjas. Hay mucha gente que no tiene culpa de nada. No quiero formar parte de una masacre. Lo siento.
Aunque solo fuera por un instante, Juro no pudo evitar un pensamiento que le recorrió, como un estremecimiento.
« Así que ahí está lo que buscaba » — No supo si realmente había sido algo sorpresivo o si, quizá, Zaide había estado esperandolo durante toda la conversación.
Durante unos instantes, no supo que decir. ¿Cómo responder? El sentido común tenía una lógica aplastante: hace unos segundos, había temblado por su vida. No había nada que Juro pudiera hacer si ese hombre decidía hacerle algo terrible. Lo único que debía hacer, en este caso, era agacharse, cumplir sus demandas, y marcharse silenciosamente. Regresar con el rabo entre las piernas a su madriguera y, quizá, no salir nunca de ella. Las piernas, traicioneras, comenzaron a temblarle levemente, como si su cuerpo recordara el golpe de terror que había recibido. O anticipara otro.
Sin embargo, si era tan evidente, ¿Por qué aquel peso en el cuerpo? ¿Que era aquel nudo en la garganta que le atenazaba?
Sabía de lo que era capaz el hombre que tenía delante. De pronto, no pudo evitar recordar. A su familia, quién aun vivía ahí. A su alumno, a sus antiguos amigos. A toda la gente inocente de aquel lugar. Puede que la villa le persiguiera, pero... ¿Qué culpa tenían ellos? Si daba la ubicación de su antigua villa a un grupo terrorista criminal, ¿Qué clase de cosas podrían hacer a todas esas personas? ¿Qué clase de masacre causarían? Durante tanto tiempo había tenido pesadillas sobre como, él mismo, había estado a punto de causar una gran masacre. Y ahora, ¿Iba simplemente a permitirlo por terror?
Su instinto de supervivencia le decía que huyera. Y sin embargo, su ser, su maldita conciencia, había decidido que se jugara la vida por unas personas que ahora mismo, desearían verle muerto.
— Te respeto lo suficiente como para no intentar engañarte. Preferiría no hacerlo — dijo, mientras se disculpaba con la mirada. Aunque de poco se mostraba. Su cuerpo estaba rígido y su corazón temblaba a mil por hora —. Ha pasado un año desde que pusieron ese cartel con mi nombre. No quiero que aumenten la cifra, ni tentar a la suerte. Tampoco que asocien mi nombre a un grupo criminal que hace tan poco provocó semejante caos. No me vendría nada bien, ¿entiendes? Y una cosa es que te capturen solo, pero otra que te pillaran con una dirección que solo un exninja de Kusagakure puede conocer.
» No me malinterpretes. Si pudiera, te daría la dirección del despacho de la Morikage encantado. Eso me da igual — razonó —. Pero en esa Aldea no existen solo ninjas. Hay mucha gente que no tiene culpa de nada. No quiero formar parte de una masacre. Lo siento.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60