11/03/2021, 23:28
Aparentemente era un día normal. No llovía, pero estaba nublado. Soplaba el viento, pero no era especialmente gélido. Un día más de invierno en Uzushiogakure no Sato, vaya. Claro que, últimamente, lo normal en Uzushiogakure eran las desgracias, las invasiones y los atentados.
Aquel parecía ser un día de esos. Un día que podía entrar perfectamente dentro de la nueva normalidad.
—¡Vas a lamentarlo, Sarutobi Saori! —rugió Datsue, fuera de sí—. ¡Vas a lamentarlo mucho! ¡¡¡Gōkakyū no Jutsu!!!
Y de sus labios surgió la llamarada de fuego más poderosa que fue capaz de invocar. El tremendo lanzallamas recortó la distancia que les separaba impactando —o tratando de hacerlo, al menos— en el joven Sarutobi, colisionando con la valla que tenía tras él e incendiando el césped de atrás. El fuego se movió rápidamente hacia la vivienda familiar de madera y tejas rojas, devorándolo a una velocidad asombrosa.
Se oyeron gritos de auxilio. Gente corriendo despavorida. Personas que desde sus casas trataban de contactar con el Uzukage vía telefónica. Otras corriendo directamente al edificio del Uzukage para pedir ayuda.
Todo se había vuelto un auténtico caos.
Uchiha Datsue paseaba por las calles de la Villa con tranquilidad, totalmente desconocedor de lo que estaba a punto de suceder. Era un día normal, típica tarde de invierno en Uzushiogakure no Sato. El sol estaba oculto tras las nubes, pero no hacía especialmente frío. Un día sin más, un día anodino. Un día de esos que ya se echaban de menos en aquella villa.
Vestido con su habitual chaqueta oscura, camisa blanca y peinado de trenzas, Datsue se dirigía a la plaza para hacer unas compras. No obstante, en una calle estrecha, situada entre dos casas con tejas rojas, se cruzó con un joven. No había intercambiado una palabra con él en su vida, pero, aún así, reconoció su rostro. Lo había visto en algún sitio.
—¡Hola! Oye, me suenas de algo… ¿Cómo te llamabas? —soltó, quizá demasiado abrupto.
Aquel parecía ser un día de esos. Un día que podía entrar perfectamente dentro de la nueva normalidad.
—¡Vas a lamentarlo, Sarutobi Saori! —rugió Datsue, fuera de sí—. ¡Vas a lamentarlo mucho! ¡¡¡Gōkakyū no Jutsu!!!
Y de sus labios surgió la llamarada de fuego más poderosa que fue capaz de invocar. El tremendo lanzallamas recortó la distancia que les separaba impactando —o tratando de hacerlo, al menos— en el joven Sarutobi, colisionando con la valla que tenía tras él e incendiando el césped de atrás. El fuego se movió rápidamente hacia la vivienda familiar de madera y tejas rojas, devorándolo a una velocidad asombrosa.
Se oyeron gritos de auxilio. Gente corriendo despavorida. Personas que desde sus casas trataban de contactar con el Uzukage vía telefónica. Otras corriendo directamente al edificio del Uzukage para pedir ayuda.
Todo se había vuelto un auténtico caos.
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Quince minutos antes…
Uchiha Datsue paseaba por las calles de la Villa con tranquilidad, totalmente desconocedor de lo que estaba a punto de suceder. Era un día normal, típica tarde de invierno en Uzushiogakure no Sato. El sol estaba oculto tras las nubes, pero no hacía especialmente frío. Un día sin más, un día anodino. Un día de esos que ya se echaban de menos en aquella villa.
Vestido con su habitual chaqueta oscura, camisa blanca y peinado de trenzas, Datsue se dirigía a la plaza para hacer unas compras. No obstante, en una calle estrecha, situada entre dos casas con tejas rojas, se cruzó con un joven. No había intercambiado una palabra con él en su vida, pero, aún así, reconoció su rostro. Lo había visto en algún sitio.
—¡Hola! Oye, me suenas de algo… ¿Cómo te llamabas? —soltó, quizá demasiado abrupto.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado