12/03/2021, 15:11
Datsue tomó la moneda y la introdujo en una ranura que generó para la ocasión. El insert coin desapareció de la pantalla y pudieron acceder a la siguiente fase. Ahora ambos tenían ante ellos una tienda, con todo tipo de objetos y armas, y con un saldo de mil ryōs para cada uno.
—Selecciona las armas que quieras, a mayores de las que ya tienes en la vida real, y las tendrás mágicamente en tu portaobjetos —dijo Datsue, mientras él seleccionaba las suyas tocando la pantalla, como si fuese una pantalla táctil.
Luego, llegó el momento de elegir el escenario. Datsue fue seleccionando los distintos escenarios posibles, al mismo tiempo que el mundo a su alrededor cambiaba para mostrarles una previa de cómo sería. De pronto se encontraban en la cima de un volcán cuya lava bullía en su interior. El calor era asfixiante, y el terreno áspero y seco. De ahí saltaron al mar, con aletas de tiburón girando a su alrededor. Luego pasaron a un bosque. Luego a un desierto. Luego…
—¡Bah! Las Calles de Uzushiogakure no Sato está bien —decidió, volviendo al sitio donde verdaderamente estaban—. Por cierto, Saori. Tengo que decirte que mi versión más joven era un poco… Bueno, un poco cabrona. No me lo tengas en cuenta, ¿eh?
Aquellas fueron las últimas palabras de Datsue, el Jōnin reintegrado. Su cuerpo parpadeó y bajó en estatura. Su rostro se volvió más aniñado. Sus anchos músculos parecieron pincharse y desinflarse como un globo de agua. Incluso sus ropas cambiaron a las que solía portar por aquella época: una camiseta blanca de cuello abierto y mangas enrolladas; un pantalón de chándal corto muy holgado en la entrepierna y más ajustado bajo la rodilla —donde terminaban—; tres pulseras en una muñeca y un pendiente de aro negro en su oreja derecha.
Los cuerpos de ambos genins se movieron al centro de la calle, de siete metros de ancho. Había unas vallas metálicas que las delimitaba, de apenas un metro de altura, y un jardín con una casa a ambos lados.
Una barra de vida verde y otra de chakra azul surgió encima de la cabeza de ambos. Apareció un contador entre ellos dos: tres, dos, uno… Y de pronto se escuchó desde el cielo, con voz atronadora y grave:
El Sharingan perló la mirada de Datsue el Intrépido. Solo que aquél no tenía las habituales tres aspas, sino una.
—Selecciona las armas que quieras, a mayores de las que ya tienes en la vida real, y las tendrás mágicamente en tu portaobjetos —dijo Datsue, mientras él seleccionaba las suyas tocando la pantalla, como si fuese una pantalla táctil.
Luego, llegó el momento de elegir el escenario. Datsue fue seleccionando los distintos escenarios posibles, al mismo tiempo que el mundo a su alrededor cambiaba para mostrarles una previa de cómo sería. De pronto se encontraban en la cima de un volcán cuya lava bullía en su interior. El calor era asfixiante, y el terreno áspero y seco. De ahí saltaron al mar, con aletas de tiburón girando a su alrededor. Luego pasaron a un bosque. Luego a un desierto. Luego…
—¡Bah! Las Calles de Uzushiogakure no Sato está bien —decidió, volviendo al sitio donde verdaderamente estaban—. Por cierto, Saori. Tengo que decirte que mi versión más joven era un poco… Bueno, un poco cabrona. No me lo tengas en cuenta, ¿eh?
Aquellas fueron las últimas palabras de Datsue, el Jōnin reintegrado. Su cuerpo parpadeó y bajó en estatura. Su rostro se volvió más aniñado. Sus anchos músculos parecieron pincharse y desinflarse como un globo de agua. Incluso sus ropas cambiaron a las que solía portar por aquella época: una camiseta blanca de cuello abierto y mangas enrolladas; un pantalón de chándal corto muy holgado en la entrepierna y más ajustado bajo la rodilla —donde terminaban—; tres pulseras en una muñeca y un pendiente de aro negro en su oreja derecha.
Los cuerpos de ambos genins se movieron al centro de la calle, de siete metros de ancho. Había unas vallas metálicas que las delimitaba, de apenas un metro de altura, y un jardín con una casa a ambos lados.
Una barra de vida verde y otra de chakra azul surgió encima de la cabeza de ambos. Apareció un contador entre ellos dos: tres, dos, uno… Y de pronto se escuchó desde el cielo, con voz atronadora y grave:
¡Round 1!
¡FIGHT!
¡FIGHT!
El Sharingan perló la mirada de Datsue el Intrépido. Solo que aquél no tenía las habituales tres aspas, sino una.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado