16/03/2021, 01:32
Las peripecias de padre e hijo les habían conducido lejos de Yachi, donde ya habían llegado a un acuerdo con un proveedor de calabazas del lugar y donde Saori había tenido su primer encuentro con un shinobi extranjero, algo que, sin duda, le había emocionado.
Caminaron durante, aproximadamente día y medio, parando a dormir en un hostal no demasiado lejano al Valle del Fin, lugar que Kazuo le había enseñado a su hijo, contándole la historia del lugar, lo cual fue el único motivo para que tomaran aquella ruta a pie desde Yachi hasta Ushi, su destino, donde contactarían con un par de ganaderos para suministrar carne para el restaurante.
A medio día llegaron a un lugar emblemático, el Puente Kannabi, lugar que cruzaron, no sin antes asomarse por uno de los lados del mismo, contemplando el espectáculo del río embravecido pasando por debajo.
—¿Cómo llevas la pierna? — Preguntó el joven a su padre, que, a pesar de caminar con bastón, no perdía el ritmo en ningún momento. —¿Quieres que paremos en algún lado?
El hombre asintió ligeramente.
—Sí, creo recordar que había una posada cerca de aquí donde podemos parar a descansar y pasar el día, para retomar el camino mañana, te parece?
Saori asintió, por lo que reanudaron la marcha para, en unos quince minutos, llegar a la posada que Kazuo había recordado, donde desempacaron y el hombre se quedó, reposando la pierna. El joven, por su parte, salió a buscar algo para comer para él, ya que su padre había encargado algo a la propia posada.
Cerca de allí encontró un pequeño local del que salía un olor tremendamente llamativo y se dirigió hacia allí, abriendo la puerta deslizante dejando escuchar un ruido característico de ese tipo de puertas, parando un segundo antes de entrar, vislumbrando un local casi vacío, salvo por un chico, robusto y con el pelo completamente blanco, lo cual llamó su atención profundamente, por lo que se le quedó mirando, quizás un poco descaradamente, mientras pasaba por su lado para dirigirse a la barra.
Caminaron durante, aproximadamente día y medio, parando a dormir en un hostal no demasiado lejano al Valle del Fin, lugar que Kazuo le había enseñado a su hijo, contándole la historia del lugar, lo cual fue el único motivo para que tomaran aquella ruta a pie desde Yachi hasta Ushi, su destino, donde contactarían con un par de ganaderos para suministrar carne para el restaurante.
A medio día llegaron a un lugar emblemático, el Puente Kannabi, lugar que cruzaron, no sin antes asomarse por uno de los lados del mismo, contemplando el espectáculo del río embravecido pasando por debajo.
—¿Cómo llevas la pierna? — Preguntó el joven a su padre, que, a pesar de caminar con bastón, no perdía el ritmo en ningún momento. —¿Quieres que paremos en algún lado?
El hombre asintió ligeramente.
—Sí, creo recordar que había una posada cerca de aquí donde podemos parar a descansar y pasar el día, para retomar el camino mañana, te parece?
Saori asintió, por lo que reanudaron la marcha para, en unos quince minutos, llegar a la posada que Kazuo había recordado, donde desempacaron y el hombre se quedó, reposando la pierna. El joven, por su parte, salió a buscar algo para comer para él, ya que su padre había encargado algo a la propia posada.
Cerca de allí encontró un pequeño local del que salía un olor tremendamente llamativo y se dirigió hacia allí, abriendo la puerta deslizante dejando escuchar un ruido característico de ese tipo de puertas, parando un segundo antes de entrar, vislumbrando un local casi vacío, salvo por un chico, robusto y con el pelo completamente blanco, lo cual llamó su atención profundamente, por lo que se le quedó mirando, quizás un poco descaradamente, mientras pasaba por su lado para dirigirse a la barra.