21/03/2021, 17:13
Ayame surcó los cielos del País de la Espiral a lomos de Takeshi a toda velocidad. Hacia el sur, siempre hacia el sur. Dado que estaban en invierno, el aire era frío y cortante, y pasaba a través de su cuerpo como una oleada de kunais, haciendo aletear su capa de viaje tras su espalda. La kunoichi hacía lo posible por mantenerse caliente, inclinándose sobre el cuerpo del gigantesco halcón y rastreando con sus ojos la inmensidad del océano verde que se extendía a varios metros por debajo de ellos.
—¿Qué piensas hacer con ellos cuando los veas?
—¡De momento, observarlos! —gritó, para hacerse oír por encima del viento—. ¡Pero tus ojos son mejores que los míos, estate atento por si vieras algo!
—¡Ni un conejito escaparía a mi vista de halcón!
«Tengo que darme prisa y regresar con Hayato cuando antes...»
—¿Qué piensas hacer con ellos cuando los veas?
—¡De momento, observarlos! —gritó, para hacerse oír por encima del viento—. ¡Pero tus ojos son mejores que los míos, estate atento por si vieras algo!
—¡Ni un conejito escaparía a mi vista de halcón!
«Tengo que darme prisa y regresar con Hayato cuando antes...»