29/03/2021, 21:36
Himeko chistó.
—Es igual, por algo se empieza y nadie nace aprendido, así que hoy será tu primer día oficial —intentó restarle importancia mientras se dirigía a un baúl algo antiguo que tenía cerca de la puerta, resguardado por un pequeño tejado—. Vamos a por las calabazas.
Del baúl sacó un sombrero de paja en perfecto estado que puso sobre la cabeza de Saori.
—Por mucho frío que haga, el sol nunca perdona —dijo, señalando hacia arriba—. Venga, vamos a la zona de las calabazas.
La anciana se movía con extraña facilidad entre los cultivos, pues la zona a la que hacía referencia se alejaba un poco de sus posiciones. Saori podía comprobar como, a parte de lo mencionado, también habían berenjenas, pimientos y espinacas, entre otros. A los lados de estos, naranjos con frutos maduros brillaban con los rayos del sol.
—No son muchos, pero creo que con esto puedes empezar. Luego pasaremos a algo más tedioso. —La mujer sacó del bolsillo de su delantal lo que parecían ser unas tijeras especiales para aquel trabajo. —. Corta del tallo y mételas en esa cesta de ahí —Señaló el objeto, a unos diez pies de él. —. Cuando termines, avísame, estaré con los naranjos.
Frente a él tendría, como mínimo, doce calabazas.
—Empieza cuando quieras.
—Es igual, por algo se empieza y nadie nace aprendido, así que hoy será tu primer día oficial —intentó restarle importancia mientras se dirigía a un baúl algo antiguo que tenía cerca de la puerta, resguardado por un pequeño tejado—. Vamos a por las calabazas.
Del baúl sacó un sombrero de paja en perfecto estado que puso sobre la cabeza de Saori.
—Por mucho frío que haga, el sol nunca perdona —dijo, señalando hacia arriba—. Venga, vamos a la zona de las calabazas.
La anciana se movía con extraña facilidad entre los cultivos, pues la zona a la que hacía referencia se alejaba un poco de sus posiciones. Saori podía comprobar como, a parte de lo mencionado, también habían berenjenas, pimientos y espinacas, entre otros. A los lados de estos, naranjos con frutos maduros brillaban con los rayos del sol.
—No son muchos, pero creo que con esto puedes empezar. Luego pasaremos a algo más tedioso. —La mujer sacó del bolsillo de su delantal lo que parecían ser unas tijeras especiales para aquel trabajo. —. Corta del tallo y mételas en esa cesta de ahí —Señaló el objeto, a unos diez pies de él. —. Cuando termines, avísame, estaré con los naranjos.
Frente a él tendría, como mínimo, doce calabazas.
—Empieza cuando quieras.