19/04/2021, 11:30
—Oye, Himeko, tu marido... ¿No se llamará Hiroshi, por alguna casualidad?
Himeko se giró a mirar a Saori a los ojos, sus orbes, cansados, se entrecerraron por culpa de una pequeña sonrisa que intensificó las arrugas arremolinadas cerca de aquel lugar. Una sonrisa triste, agotada, pero una sonrisa al fin y al cabo. Podría significar que, aunque las cosas se pusieran difíciles, siempre había un camino hacia delante, o simplemente quería ser cortés.
Aquello se lo dejó a Saori, a quien no contestó su pregunta, solo le acarició la cabeza por encima de su sobrero antes de irse a continuar con su cosecha.
—Termina con los pimientos y podrás irte.
No quedaban muy lejos, solo a unos cuantos metros. Tendría que repetir lo mismo que había hecho con las berenjenas, con suerte.
Himeko se giró a mirar a Saori a los ojos, sus orbes, cansados, se entrecerraron por culpa de una pequeña sonrisa que intensificó las arrugas arremolinadas cerca de aquel lugar. Una sonrisa triste, agotada, pero una sonrisa al fin y al cabo. Podría significar que, aunque las cosas se pusieran difíciles, siempre había un camino hacia delante, o simplemente quería ser cortés.
Aquello se lo dejó a Saori, a quien no contestó su pregunta, solo le acarició la cabeza por encima de su sobrero antes de irse a continuar con su cosecha.
—Termina con los pimientos y podrás irte.
No quedaban muy lejos, solo a unos cuantos metros. Tendría que repetir lo mismo que había hecho con las berenjenas, con suerte.