19/01/2016, 00:37
La noche había confirmado que la inquietud de la Hyuga era algo más que una simple imaginación suya, de hecho era una tormenta bastante más fuerte de lo que tanto a ella como al resto de los tripulantes de aquella nave les hubiese gustado. A consecuencia de esto, todos se habían refugiado en las estancias interiores del barco. Mitsuki concretamente había elegido la pequeña habitación que le concedieron como camarote para la travesía, tumbada sobre la cama apenas podía mantenerse dentro de ella con el ir y venir de las olas, a lo que había que sumarle los poderosos retumbares de los truenos.
A pesar de todo, la de Kusabi mantenía la calma. Confiaba plenamente en los haceres del capitán y su tripulación, puesto que si no, no se hubiese embarcado.
Comenzaba a hartarse de luchar por permanecer sobre el colchón, cuando el sonido de unos nudillos llamando a su puerta le hizo incoporporarse
—¿Me permite?— pregunto la ajada voz del capitán
—Pase por favor— concecdió la joven que apoyo sus pies sobre el suelo, quedando sentada en el borde la cama
—Buenas noches señorita— dijo nada más abrir la puerta —Venía a invitarla a que se una a nosotros, la noche será larga y dura... por suerte tenemos comida caliente, gruesas mantas y muchas historias para amenizarla— señaló el barbudo capitán con una sonrisa —¿Le apetecería unirse?—
—Sí por favor...— suspiró la joven —Comenzaba a odiar mi cama— se sinceró la joven
—Eso suele ser bastante habitual— concedió el hombre antes de hacerle un gesto para que le siguiera —Será mejor que nos demos prisa, antes de que esos mal nacidos nos dejen sin cena— bromeo mientras guiaba a la joven hasta la bodega que se había convertido en un improvisado salón donde todos se habían reunido —Tome asiento señorita— le invitó el capitán mientras se volvía a uno de sus tripulantes —Trae una manta y comida para nuestra invitada— el tipo se levantó de un salto, sin dudar.
Mitsuki tomó asiento sobre un pequeño barril de madera, en el que habían puesto un pequeño cojín, apenas acaba de sentarse ya tenía una manta sobre los hombros y un plato en la mano. Lo que agradeció con su tipica sonrisa
—Muchas gracias— la peliblanca se había sentado justo al lado de una de las vigas verticales, un poco retirada del resto pero entre un muchacho peliblanco pegado a una espada y un tipo bastante extraño que parecía no parar de hablar.
La peliblanca decidió concentrarse en comer mientras escuchaba al resto hablar, parecían bastante animados a pesar de lo dura que era la tormenta que los tenía allí confinados.
A pesar de todo, la de Kusabi mantenía la calma. Confiaba plenamente en los haceres del capitán y su tripulación, puesto que si no, no se hubiese embarcado.
Comenzaba a hartarse de luchar por permanecer sobre el colchón, cuando el sonido de unos nudillos llamando a su puerta le hizo incoporporarse
—¿Me permite?— pregunto la ajada voz del capitán
—Pase por favor— concecdió la joven que apoyo sus pies sobre el suelo, quedando sentada en el borde la cama
—Buenas noches señorita— dijo nada más abrir la puerta —Venía a invitarla a que se una a nosotros, la noche será larga y dura... por suerte tenemos comida caliente, gruesas mantas y muchas historias para amenizarla— señaló el barbudo capitán con una sonrisa —¿Le apetecería unirse?—
—Sí por favor...— suspiró la joven —Comenzaba a odiar mi cama— se sinceró la joven
—Eso suele ser bastante habitual— concedió el hombre antes de hacerle un gesto para que le siguiera —Será mejor que nos demos prisa, antes de que esos mal nacidos nos dejen sin cena— bromeo mientras guiaba a la joven hasta la bodega que se había convertido en un improvisado salón donde todos se habían reunido —Tome asiento señorita— le invitó el capitán mientras se volvía a uno de sus tripulantes —Trae una manta y comida para nuestra invitada— el tipo se levantó de un salto, sin dudar.
Mitsuki tomó asiento sobre un pequeño barril de madera, en el que habían puesto un pequeño cojín, apenas acaba de sentarse ya tenía una manta sobre los hombros y un plato en la mano. Lo que agradeció con su tipica sonrisa
—Muchas gracias— la peliblanca se había sentado justo al lado de una de las vigas verticales, un poco retirada del resto pero entre un muchacho peliblanco pegado a una espada y un tipo bastante extraño que parecía no parar de hablar.
La peliblanca decidió concentrarse en comer mientras escuchaba al resto hablar, parecían bastante animados a pesar de lo dura que era la tormenta que los tenía allí confinados.