19/01/2016, 08:44
Mientras aguardaba la respuesta de su más reciente interlocutor, el tiburón pudo imaginar para sí lo divertido que sería iniciar una contienda con un shinobi de una nación ajena a la suya. Yarou había gastado más saliva de la necesaria para intentar persuadir a su pupilo de ese tipo de comportamientos cuando se trataba de interacciones entre ninjas de diferentes naciones, pero lo cierto es que poco éxito había tenido con tanta palabrería. Llegó a pensar que Kaido aprendería por sí mismo cuando alguien le diera una verdadera paliza y volviera a casa cojeando, aunque hasta ahora eso no había pasado.
Pero en ese instante, el recuerdo de su tutor pareció mostrar los frutos del constante discurso orientativo, logrando disuadirlo de cometer una locura, por muy infantil que pudiera parecer. Porque aunado a ello, y a pesar de la inminente paz que había envuelto a las tres antiguas naciones durante tanto tiempo; las cosas habían estado muy turbias durante el último año entre los tres frentes de poder del mundo shinobi. Sin contar con la destrucción de una aldea completa y la posterior sustitución de ésta en el eje de conflicto.
Todo recaía en el hecho de que el símbolo de Takigakure, su gente y sus costumbres, así como el poder de sus filas, era totalmente desconocido para todos. Y si a algo hay que temer es al inminente desconocimiento de las cosas.
De cualquier forma, semejante dubitativa terminó siendo zanjada por la respuesta del chico quien en un principio alagó el color azulado del tiburón, ofreciéndose a ayudar a fin de encontrar su lugar de destino y concluyendo con una opinión personal que a Kaido no le interesaba en lo absoluto. Y de no ser por la precaución con la que ahora tenía que tratarse en el mundo exterior, ya le habría arrancado la lengua al muchacho por haberle llamado espécimen...
A pesar de estar en parte de acuerdo con tal definición. Porque eso era, una criatura desconocida.
—Oh, gracias... nadie lo había notado hasta ahora —admitió con gracia, resaltando la obviedad detrás de un detalle tan visual como su color de piel—. pero lo mismo puedo decir de ti, amigo mío. Esa bandana en particular te convierte también en un espécimen desconocido para mi.
»Aunque no sabría decir si interesante, me temo. Vosotros los habitantes del Río no existíais hasta hace poco, me pregunto por qué...
Pero en ese instante, el recuerdo de su tutor pareció mostrar los frutos del constante discurso orientativo, logrando disuadirlo de cometer una locura, por muy infantil que pudiera parecer. Porque aunado a ello, y a pesar de la inminente paz que había envuelto a las tres antiguas naciones durante tanto tiempo; las cosas habían estado muy turbias durante el último año entre los tres frentes de poder del mundo shinobi. Sin contar con la destrucción de una aldea completa y la posterior sustitución de ésta en el eje de conflicto.
Todo recaía en el hecho de que el símbolo de Takigakure, su gente y sus costumbres, así como el poder de sus filas, era totalmente desconocido para todos. Y si a algo hay que temer es al inminente desconocimiento de las cosas.
De cualquier forma, semejante dubitativa terminó siendo zanjada por la respuesta del chico quien en un principio alagó el color azulado del tiburón, ofreciéndose a ayudar a fin de encontrar su lugar de destino y concluyendo con una opinión personal que a Kaido no le interesaba en lo absoluto. Y de no ser por la precaución con la que ahora tenía que tratarse en el mundo exterior, ya le habría arrancado la lengua al muchacho por haberle llamado espécimen...
A pesar de estar en parte de acuerdo con tal definición. Porque eso era, una criatura desconocida.
—Oh, gracias... nadie lo había notado hasta ahora —admitió con gracia, resaltando la obviedad detrás de un detalle tan visual como su color de piel—. pero lo mismo puedo decir de ti, amigo mío. Esa bandana en particular te convierte también en un espécimen desconocido para mi.
»Aunque no sabría decir si interesante, me temo. Vosotros los habitantes del Río no existíais hasta hace poco, me pregunto por qué...