11/07/2021, 00:02
—Bueno, te aseguro que lluvia hay bastante. — sonrió nuevamente y le levantó el pulgar. —Vale, solo tengo que hacer tráfico ilegal de dulces por tu dojo. Nada complicado.
Vaya que si Shirō le insistía que coma antes de estar haciendo actividad, pero la pereza de Jun por las mañanas había ganado ese duelo hace mucho. Y, claro, no siempre le iban a llevar la comida a la cama. Shirō si la mimaba de vez en cuando, pero no lo iba a hacer todos los días.
—No quiero molestar a Shirō, ya lo hago mucho eso. Si tengo ganas de ir a buscar algo para comer lo hago y sino no.
Y si, en algo tenía que haber desventajas de ser un poquito baja. Para pasar por los túmulos de gente tenía que hacerse entre ellos, metiendo el brazo con cierta fuerza en los peores casos. Por suerte, este era el caso. A pesar de la dificultad, estaba muy lejos de que fuera una situación que le disgustase. Le daba bastante igual la situación.
En unos de los laterales de la calle, notó que había un puesto de comida, que entre sus productos se podían ver los dichosos dangos. Se hizo entre la gente para llegar ahí y miró al vendedor. Un señor que parecía superar los cincuenta, con un pelo canoso corto y no mucho más alto que Chika.
—¡Buenas! ¿Pueden ser dos de esos? — dijo con una voz suave, señalando a los dango.
—Claro jovencita.
El señor parecía tener la mezcla de los dango ya preparados, por lo que solo le quedaba cocinarlos y, posteriormente, pincharlos. Mientras el mercader cocinaba, Jun iba ganando terreno y poniéndose en frente de Chika, cosa de que no pague ella de antemano.
Vaya que si Shirō le insistía que coma antes de estar haciendo actividad, pero la pereza de Jun por las mañanas había ganado ese duelo hace mucho. Y, claro, no siempre le iban a llevar la comida a la cama. Shirō si la mimaba de vez en cuando, pero no lo iba a hacer todos los días.
—No quiero molestar a Shirō, ya lo hago mucho eso. Si tengo ganas de ir a buscar algo para comer lo hago y sino no.
Y si, en algo tenía que haber desventajas de ser un poquito baja. Para pasar por los túmulos de gente tenía que hacerse entre ellos, metiendo el brazo con cierta fuerza en los peores casos. Por suerte, este era el caso. A pesar de la dificultad, estaba muy lejos de que fuera una situación que le disgustase. Le daba bastante igual la situación.
En unos de los laterales de la calle, notó que había un puesto de comida, que entre sus productos se podían ver los dichosos dangos. Se hizo entre la gente para llegar ahí y miró al vendedor. Un señor que parecía superar los cincuenta, con un pelo canoso corto y no mucho más alto que Chika.
—¡Buenas! ¿Pueden ser dos de esos? — dijo con una voz suave, señalando a los dango.
—Claro jovencita.
El señor parecía tener la mezcla de los dango ya preparados, por lo que solo le quedaba cocinarlos y, posteriormente, pincharlos. Mientras el mercader cocinaba, Jun iba ganando terreno y poniéndose en frente de Chika, cosa de que no pague ella de antemano.