—No vas a progresar nunca si estas todo el día acostada. — suspiró profundo y pegó dos aplausos. —¡Vamos, arriba! Ve a pedir una misión, ve a brindar tu ayuda, ve a entrenar. Haz algo productivo.
La pelicorta bajó un segundo el libro y lo miró por el borde del mismo.
—Seguro que una misión rango D me va a hacer progresar bastante. — soltó con su tono sarcástico.
—No me faltes el respeto eh. No te lo voy a repetir, levántate ya de la cama y haz algo.
Soltó un quejido con la boca y cerró el libro de golpe. Susumu se retiró de la puerta de la habitación de Jun y se escuchaba lentamente como se alejaban sus pisadas.
—No te soporto más.
Evidentemente, eso solo lo dijo para sus adentros y solo la hubiera escuchado una persona que realmente cerca suya.
Se sentó en un costado de la cama y tomó sus botas para ponérselas. Luego tomó el trabajo de levantarse e ir equipándose poco a poco. Primero el portaobjetos, luego una sudadera que tenía de color negra lisa, la bandana característica de Amegakure y, por último tomaría su espada.
Salió de su casa, haciendo un gran trabajo de sigilo para no cruzarse con nadie de los que estaban allí, sobre todo su padre. En el camino hacia el edificio, jugaba con una moneda, tirándola para arriba con el dedo y recogiéndola. Repetidas veces hizo esta acción, en un intento de entretenerse en el camino y no pensar mucho que estaba yendo a pedir una misión, cosa que le parecía de lo más agotador en ese día.
Sin darle mucha importancia a todo lo que la rodeaba, ella feliz con su moneda se metió para el gran edificio. Luego de unos minutos, lo que tenía en la mano no era la moneda, sino un pergamino. Lo abrió y comenzó a leer que es lo que le había deparado su aldea para hacer en ese día.