20/01/2016, 02:34
En las entrañas de la nave el ambiente frío e inquietante fue dispersado por el hablar de los marineros. Historias de miedo, amores de puerto y cantos de mar, todo eso promovido por la risa y el cantar de los hombres que compartían sus penas y suertes en torno a un caldero de guiso caliente. Sin embargo seguían siendo hombres de mar, y no se permitían olvidar la tormenta que los acechaba desde el exterior y que parecía amedrentarlos con cada trueno. De vez en cuando se asomaba algún relato de fantasmas, pero ninguno llegaba a contener tormentas o barcos hundidos.
«Esto es bastante agradable —pensó mientras mojaba un trocito de pan en aquel estofado marino—. A pesar de que en el exterior ruja la tormenta, estos hombres mantienen su temple entre gestos de camaradería.»
Durante un rato algunos tripulantes comenzaron a jugar dados o cartas mientras esperaban con ansias la siguiente ronda de comida que se estaba preparando sobre la estufa. En eso llegó el capitán, un hombre que a diferencia de otros marinos que olían a pescado y algas, cargaba tras el olor del salitre y la brisa marina. Todos esperaban que eventualmente se uniera a sus hombres, luego de atender sus responsabilidades, pero resultaba que no se presentaba solo; tras él, en la penumbra caminaba la chica de cabellos blancos que hacía unas horas había llamado la atención de Kazuma.
—Que agradable que se nos una capitán —Aseguró Sakanao, luego de que el capitán y su invitada encontrarán acomodo y alimento—. Justo estaba por contarles la vez que nos detuvimos en aquel puerto del país de rayo, ya sabe el que estaba lleno de mujeres bellas y cálidas, jejeje.
«En la mañana no la pude apreciar bien por la distancia, pero debo admitir que es mucho más agraciada de lo que esperaba —pensó mientras que discretamente le lanzaba una mirada de reojo a aquella chica que se había sentado cerca suyo—. Espero no se vaya a sentir incomoda por lo que creo que va a contar Sakanao.»
Como si pudiera leer la mente del Ishimura, aquel conocido como el conversador detuvo su relato cuando las primeras palabras estuvieron por salir de su boca. Quizás fuera el rostro de piedra del capitán que le miraba con gesto desaprobatorio, o quizás solo fuera que recordó su sentido común al ver a aquellos dos jóvenes de aspecto, a su parecer, inocente.
—No, no, no. No los aburriré con una de mis simplonas anécdotas, al menos no cuando tenemos a un viejo veterano del mar como nuestro capitán aquí presente —dijo señalando a su jefe—. Un hombre cuyos ojos seguramente han corroborado que la realidad suele ser más extraña que la ficción. ¡Adelante capitán nuestro queremos escuchar una de sus historias! Y que me parta un rayo si no resulta mejor que cualquier cosa que yo pueda relatar.
Con aquella entonación logró animar a los demás, incluso lo suficiente como para que aquel señor del barco no pudiera negarse. Puede que no le resultara molesto, pues en noches como aquellas eran que se ambientaban las más curiosas y bizarras historias.
Encendió su pipa con el fuego bajo el caldero, dio una larga calada y mientras se reunían a su alrededor se preparó para dar inicio al primer relato de mar verdadero que el joven de ojos grises hubiese escuchado.
«Esto es bastante agradable —pensó mientras mojaba un trocito de pan en aquel estofado marino—. A pesar de que en el exterior ruja la tormenta, estos hombres mantienen su temple entre gestos de camaradería.»
Durante un rato algunos tripulantes comenzaron a jugar dados o cartas mientras esperaban con ansias la siguiente ronda de comida que se estaba preparando sobre la estufa. En eso llegó el capitán, un hombre que a diferencia de otros marinos que olían a pescado y algas, cargaba tras el olor del salitre y la brisa marina. Todos esperaban que eventualmente se uniera a sus hombres, luego de atender sus responsabilidades, pero resultaba que no se presentaba solo; tras él, en la penumbra caminaba la chica de cabellos blancos que hacía unas horas había llamado la atención de Kazuma.
—Que agradable que se nos una capitán —Aseguró Sakanao, luego de que el capitán y su invitada encontrarán acomodo y alimento—. Justo estaba por contarles la vez que nos detuvimos en aquel puerto del país de rayo, ya sabe el que estaba lleno de mujeres bellas y cálidas, jejeje.
«En la mañana no la pude apreciar bien por la distancia, pero debo admitir que es mucho más agraciada de lo que esperaba —pensó mientras que discretamente le lanzaba una mirada de reojo a aquella chica que se había sentado cerca suyo—. Espero no se vaya a sentir incomoda por lo que creo que va a contar Sakanao.»
Como si pudiera leer la mente del Ishimura, aquel conocido como el conversador detuvo su relato cuando las primeras palabras estuvieron por salir de su boca. Quizás fuera el rostro de piedra del capitán que le miraba con gesto desaprobatorio, o quizás solo fuera que recordó su sentido común al ver a aquellos dos jóvenes de aspecto, a su parecer, inocente.
—No, no, no. No los aburriré con una de mis simplonas anécdotas, al menos no cuando tenemos a un viejo veterano del mar como nuestro capitán aquí presente —dijo señalando a su jefe—. Un hombre cuyos ojos seguramente han corroborado que la realidad suele ser más extraña que la ficción. ¡Adelante capitán nuestro queremos escuchar una de sus historias! Y que me parta un rayo si no resulta mejor que cualquier cosa que yo pueda relatar.
Con aquella entonación logró animar a los demás, incluso lo suficiente como para que aquel señor del barco no pudiera negarse. Puede que no le resultara molesto, pues en noches como aquellas eran que se ambientaban las más curiosas y bizarras historias.
Encendió su pipa con el fuego bajo el caldero, dio una larga calada y mientras se reunían a su alrededor se preparó para dar inicio al primer relato de mar verdadero que el joven de ojos grises hubiese escuchado.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)