24/07/2021, 17:37
Zaide sonrió. Pese a ser un sucio kusajin, tenía que reconocer que no le caía mal aquel chico. Estaba esposado, posiblemente frente a uno de los enemigos más brutales con los que se podía encontrar, y aún así tenía la audacia de no saciar su curiosidad.
—Confidencial, ¿huh? —se pasó la lengua por los dientes y tiró el palo al suelo—. ¿Alguna vez has presenciado una tortura, Yota? ¿Alguna vez la has sentido en tus carnes? Veo que te falta un dedo. ¿Fue eso lo que necesitaste para cantar? ¿Qué te cortasen uno?
Zaide sacó el hacha del cinto y empezó a jugar con ella. El filo se balanceó de un lado a otro frente a su rostro, imitando el movimiento del verdugo al ejecutar al reo. De izquierda a derecha, de izquierda a derecha…
—¡Juguemos a un juego! ¡Hagámoslo divertido! Finjamos que tú y yo estamos en la misma posición de poder. Finjamos que no te tengo cogido por los huevos y que, si quisiera, podría cortártelos para verte cantar. —Ningún torturador iba a igualarle una oferta así—. Tú me haces una pregunta, yo te respondo. Yo te hago una pregunta, tú me respondes. Nos vamos turnando. Pierde quien sea pillado en una mentira o no responda. Si te gano, empezarás a perder dedos. Si me ganas, el interrogatorio habrá terminado.
Así, cuando volviese a la villa, al menos el chico podría decir que consiguió algo a cambio. Que no regaló información en vano. Por Susano’o, ahora que lo pensaba bien, la oferta hasta era demasiado buena. Pero qué cojones, se sentía generoso.
—Confidencial, ¿huh? —se pasó la lengua por los dientes y tiró el palo al suelo—. ¿Alguna vez has presenciado una tortura, Yota? ¿Alguna vez la has sentido en tus carnes? Veo que te falta un dedo. ¿Fue eso lo que necesitaste para cantar? ¿Qué te cortasen uno?
Zaide sacó el hacha del cinto y empezó a jugar con ella. El filo se balanceó de un lado a otro frente a su rostro, imitando el movimiento del verdugo al ejecutar al reo. De izquierda a derecha, de izquierda a derecha…
—¡Juguemos a un juego! ¡Hagámoslo divertido! Finjamos que tú y yo estamos en la misma posición de poder. Finjamos que no te tengo cogido por los huevos y que, si quisiera, podría cortártelos para verte cantar. —Ningún torturador iba a igualarle una oferta así—. Tú me haces una pregunta, yo te respondo. Yo te hago una pregunta, tú me respondes. Nos vamos turnando. Pierde quien sea pillado en una mentira o no responda. Si te gano, empezarás a perder dedos. Si me ganas, el interrogatorio habrá terminado.
Así, cuando volviese a la villa, al menos el chico podría decir que consiguió algo a cambio. Que no regaló información en vano. Por Susano’o, ahora que lo pensaba bien, la oferta hasta era demasiado buena. Pero qué cojones, se sentía generoso.