27/07/2021, 18:06
Estaba comprobado que había tenido mala fortuna con su particular caza: había ido a escoger a los dos kusajines con los huevos más gordos de todo Ōnindo. No le parecía el movimiento más inteligente por su parte, desde luego, pero respetaba su osadía.
Asintió con solemnidad…
… y le tomó por la nuca para estamparle la cara contra el suelo.
—Entonces sirve, hijo de puta. Sirve.
Había guardado el mapa en el portaobjetos y amarrado de nuevo el hacha al cinto. Las manos de Yota, tras la espalda y esposadas, estaban vendadas. Una moda que seguían muchos ninjas. Ahora recibirían un motivo mayor al estético.
—Hubo una época que trabajaba con un tipo llamado Katame. Él solía encargarse de estas cosas, ¿sabes? —apoyó la suela de la bota contra su espalda, haciendo fuerza—. Yo prefería no verlo. Prefería no escucharlo. El viejo bastardo no se detenía cuando doblegaba la voluntad de los rehenes. Oh, no, eso era demasiado sencillo para él. Donde verdaderamente disfrutaba era cuando se las hacía añicos.
Tomó el dedo corazón que le quedaba a Yota, sujetándoselo con fuerza.
—Me dijo una vez: cagonmimadre, Zaide, si alguna vez te dedicas a esto, tómatelo con calma. Él sabía que a veces pecaba de impulsivo. Me dijo: si empiezas a cortar dedos al primer minuto, y el tío es un tío duro, los echarás de menos para cortárselos al décimo día.
Había hecho un movimiento, seco y fuerte, y el dedo corazón de Yota quedó doblado por la mitad en una posición antinatural. Se lo había roto.
—¿¡Te crees que lo haré rápido!? ¡Tengo todo el tiempo del mundo, comehierba! ¡Así que no te preocupes: hoy vas a ganarte el sueldo!
Asintió con solemnidad…
… y le tomó por la nuca para estamparle la cara contra el suelo.
—Entonces sirve, hijo de puta. Sirve.
Había guardado el mapa en el portaobjetos y amarrado de nuevo el hacha al cinto. Las manos de Yota, tras la espalda y esposadas, estaban vendadas. Una moda que seguían muchos ninjas. Ahora recibirían un motivo mayor al estético.
—Hubo una época que trabajaba con un tipo llamado Katame. Él solía encargarse de estas cosas, ¿sabes? —apoyó la suela de la bota contra su espalda, haciendo fuerza—. Yo prefería no verlo. Prefería no escucharlo. El viejo bastardo no se detenía cuando doblegaba la voluntad de los rehenes. Oh, no, eso era demasiado sencillo para él. Donde verdaderamente disfrutaba era cuando se las hacía añicos.
Tomó el dedo corazón que le quedaba a Yota, sujetándoselo con fuerza.
—Me dijo una vez: cagonmimadre, Zaide, si alguna vez te dedicas a esto, tómatelo con calma. Él sabía que a veces pecaba de impulsivo. Me dijo: si empiezas a cortar dedos al primer minuto, y el tío es un tío duro, los echarás de menos para cortárselos al décimo día.
¡¡¡CrrraaaaAAAACCCKKKKKK!!!
Había hecho un movimiento, seco y fuerte, y el dedo corazón de Yota quedó doblado por la mitad en una posición antinatural. Se lo había roto.
—¿¡Te crees que lo haré rápido!? ¡Tengo todo el tiempo del mundo, comehierba! ¡Así que no te preocupes: hoy vas a ganarte el sueldo!