3/08/2021, 19:53
Esta vez, Zaide no sonrió. Le miró, muy serio, y negó con la cabeza.
—Uno nunca tiene toda la información que necesita. Jamás. —Extrajo un mapa del portaobjetos y lo extendió frente a los ojos de Daigo. Su dedo fue bajando y bajando hasta que… se detuvo en la posición que le había indicado Yota. Era la posición de Kusagakure no Sato. No había dudas—. Kusagakure, ¿verdad? Tienes razón en algo, no te necesito para saber esto. Sé cuándo me mienten.
Enrolló el mapa y se lo guardó de nuevo. Yota, que hasta ese entonces había estado mirando suplicante a Daigo, bajó los ojos. Su cara era una mezcla de dolor y vergüenza.
—Voy a serte totalmente franco: te he mentido. Kumopansa se esfumó en una nube, me pillaste bien pillado antes. No pude amenazarla para hacer cantar a Yota. Le torturé durante un buen rato. Le exprimí. Le hice cosas tan horribles que se te pondrían los pelos de punta. ¿Quieres saber la verdad? Solo cantó cuando le amenacé con matarte —reveló, y dejó que aquella información calase hondo en el chico—. Llegamos a un trato, él y yo. Me daba la información que quería, y yo no te pondría un dedo encima.
Por lo que podía comprobar, hasta el momento había cumplido.
—Solo ahí cantó. Por ti. Y, aunque peco de mentir en muchas ocasiones, cuando prometo algo, lo cumplo. Esa es la única razón por la que no te he puesto un dedo encima, ni te lo pienso poner. —Con la suela de la bota aplastó a Yota contra el suelo. Elevó un hacha, como el verdugo antes de ejecutar sentencia. El filo se encontraba sobre el cuello del chico—. El siguiente tajo va al cuello. Eso es una promesa. La única forma de evitarlo es diciéndome algo que él no pudo hacer por mero desconocimiento. Quiero información sobre las técnicas ocultas de tu villa: funcionamiento, quién las creó y nombres. Responde… o vive el resto de tu vida con el peso de la traición a tu difunto amigo.
Yota se revolvió. Intentó levantar la cabeza, escapar. Pataleó cuanto pudo y gimió y gruñó. El pie de Zaide era demasiado pesado, no obstante. Era la hora de decidir: la villa o un compatriota.
—Uno nunca tiene toda la información que necesita. Jamás. —Extrajo un mapa del portaobjetos y lo extendió frente a los ojos de Daigo. Su dedo fue bajando y bajando hasta que… se detuvo en la posición que le había indicado Yota. Era la posición de Kusagakure no Sato. No había dudas—. Kusagakure, ¿verdad? Tienes razón en algo, no te necesito para saber esto. Sé cuándo me mienten.
Enrolló el mapa y se lo guardó de nuevo. Yota, que hasta ese entonces había estado mirando suplicante a Daigo, bajó los ojos. Su cara era una mezcla de dolor y vergüenza.
—Voy a serte totalmente franco: te he mentido. Kumopansa se esfumó en una nube, me pillaste bien pillado antes. No pude amenazarla para hacer cantar a Yota. Le torturé durante un buen rato. Le exprimí. Le hice cosas tan horribles que se te pondrían los pelos de punta. ¿Quieres saber la verdad? Solo cantó cuando le amenacé con matarte —reveló, y dejó que aquella información calase hondo en el chico—. Llegamos a un trato, él y yo. Me daba la información que quería, y yo no te pondría un dedo encima.
Por lo que podía comprobar, hasta el momento había cumplido.
—Solo ahí cantó. Por ti. Y, aunque peco de mentir en muchas ocasiones, cuando prometo algo, lo cumplo. Esa es la única razón por la que no te he puesto un dedo encima, ni te lo pienso poner. —Con la suela de la bota aplastó a Yota contra el suelo. Elevó un hacha, como el verdugo antes de ejecutar sentencia. El filo se encontraba sobre el cuello del chico—. El siguiente tajo va al cuello. Eso es una promesa. La única forma de evitarlo es diciéndome algo que él no pudo hacer por mero desconocimiento. Quiero información sobre las técnicas ocultas de tu villa: funcionamiento, quién las creó y nombres. Responde… o vive el resto de tu vida con el peso de la traición a tu difunto amigo.
Yota se revolvió. Intentó levantar la cabeza, escapar. Pataleó cuanto pudo y gimió y gruñó. El pie de Zaide era demasiado pesado, no obstante. Era la hora de decidir: la villa o un compatriota.