6/08/2021, 11:56
—Yo... puedo hacer el té.
Kinumi suspiró visiblemente aliviada de que Oda-san tomase las riendas del asunto. Una cosa era que fuesen a casa de Toshio, que ya era una cosa perturbadora, pero si tenía que confiar en su forma de hacer té... Bueno, no podía discutir la habilidad del pelirrojo en combate. Pero podía escribir todo un libro sobre sus defectos en las habilidades sociales.
No tardaron demasiado en llegar a casa del pelirrojo, dónde un letrero la llamaba Forja Kurogane. Y sólo entrar vieron la forja, apagada y desierta.
— Oye, ¿no debería estar la forja encendida? ¿Cómo harás si te hacen un pedido?
Sabiendo lo que se puede tardar en encender una forja y llevarla a una temperatura adecuada para poder trabajar, le extrañó mucho que estuviese apaga y vacía. Siguió a los chicos hasta una sala algo más presentable que una forja llena de herramientas.
Toshio se sentó mientras Tamao se iba a preparar té. Kinumi se quedó en el umbral del lugar viéndose en la tesitura de tener que decidir qué hacer. Suspiró de resignación y se sentó en el lado opuesto del sofá con toda la delicadeza del mundo para no estropear su kimono.
Y ahí se quedó, echando un vistazo a la sala en silencio. Sin duda iba a ser un día mucho más movido de lo esperado y aún no sabía si eso era bueno.
Kinumi suspiró visiblemente aliviada de que Oda-san tomase las riendas del asunto. Una cosa era que fuesen a casa de Toshio, que ya era una cosa perturbadora, pero si tenía que confiar en su forma de hacer té... Bueno, no podía discutir la habilidad del pelirrojo en combate. Pero podía escribir todo un libro sobre sus defectos en las habilidades sociales.
No tardaron demasiado en llegar a casa del pelirrojo, dónde un letrero la llamaba Forja Kurogane. Y sólo entrar vieron la forja, apagada y desierta.
— Oye, ¿no debería estar la forja encendida? ¿Cómo harás si te hacen un pedido?
Sabiendo lo que se puede tardar en encender una forja y llevarla a una temperatura adecuada para poder trabajar, le extrañó mucho que estuviese apaga y vacía. Siguió a los chicos hasta una sala algo más presentable que una forja llena de herramientas.
Toshio se sentó mientras Tamao se iba a preparar té. Kinumi se quedó en el umbral del lugar viéndose en la tesitura de tener que decidir qué hacer. Suspiró de resignación y se sentó en el lado opuesto del sofá con toda la delicadeza del mundo para no estropear su kimono.
Y ahí se quedó, echando un vistazo a la sala en silencio. Sin duda iba a ser un día mucho más movido de lo esperado y aún no sabía si eso era bueno.