12/08/2021, 21:21
Cuando Yota pasó al lado de su captor, este aprovechó para darle un golpe seco y contundente con el canto de la mano en la nuca. Con lo débil que estaba el pobre, eso fue todo lo que Zaide necesitó para dejarle inconsciente.
—Vamos a comer y a beber, sí, pero antes tengo que solucionar un par de cosas con tu cabeza.
El Uchiha atrapó el cuerpo de Yota con los brazos y lo dejó sobre el suelo. Luego, entre sus dedos surgió una fina aguja de chakra que introdujo en la sien del kusajin. El Sennō Sōsa no Jutsu ocultó toda memoria de lo que había pasado hasta entonces en la cueva. Desde el primer momento en que se despertó hasta caer inconsciente. Salvo si la técnica era cancelada, Yota jamás recordaría nada de lo que allí había sucedido. Tampoco de las pocas preguntas que Zaide había respondido en un juego amañado desde el principio.
—No me lo tengas en cuenta, ¿huh? Es lo mejor para los dos.
Yota podría volver a la villa sin la losa que suponía confesar ante un villano; y, Zaide, podría entrar con la fuerza de Dragón Rojo a su espalda. Porque, ¿para qué iba a necesitar preguntar a Yota la ubicación de su villa si estaba con ellos? A los dos kusajines se les había escapado, pero había un miembro de la organización, solo uno, que la conocía. Y ese alguien era…
—Ey, despierta, lechugo.
Zaide le abrió los párpados. Lo primero que vio Yota cuando despertó fue su Sharingan, clavado en sus pupilas. La ilusión hizo efecto al instante, y en dicha ilusión Yota no sentía dolor por el dedo fracturado ni el hombro dislocado. Fue solo por un momento, sin embargo. El Uchiha, rabioso, le echó al suelo y le dislocó el hombro, y Yota sintió el dolor de aquello.
—Esto por tu amiga la araña, que me intentó joder cuando te tenía a mi merced. No te preocupes, sigue viva. —Luego le tomó un dedo y se lo partió. El mismo que le había partido antes, que le dejó tanto o más dolorido si cabe—. Y esto, por tu amigo Daigo, que casi me revienta un brazo después de rendirse. Ya que ellos no pueden pagar por sus pecados, es tu responsabilidad como chūnin hacerlo por ellos. Ahora estamos en paz.
Era el responsable de la matanza del Valle de los Dojos. Dislocar hombros y partir dedos por pura revancha entraba dentro del perfil que tenían de él, quería pensar. A aquella ilusión tan solo le quedaba un ingrediente para ser redonda: el miembro que conocía la ubicación de Kusagakure no Sato.
Tirado en el suelo y bocabajo, Yota apenas pudo distinguirle entre las sombras danzarinas que dibujaba la hoguera. Un puntito de luz tintineaba a la altura de su rostro, procedente de un cigarro que fumaba con ahínco. La silueta dio un paso al frente. Tenía un rostro brutal, demacrado por las llamas de la traición. Sus ojos no eran menos brutales, tan rojos como la sangre y el ocaso. En verdad, si no se le conocía, era un joven menudo y con poca presencia. Pero los que le conocían, los que habían oído hablar de él…
Ellos conocían la realidad.
—Te tenía por un hombre más templado, Zaide.
—No me toques los huevos. No sabes bien la que me liaron esos tres.
El joven tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con la suela de su sandalia. Luego miró a Yota como quien escrudiña los dientes a un caballo.
—¿Este? Este no me sirve ni para limpiarme los dientes.
Era él.
Era Uchiha Akame.
—Vamos a comer y a beber, sí, pero antes tengo que solucionar un par de cosas con tu cabeza.
El Uchiha atrapó el cuerpo de Yota con los brazos y lo dejó sobre el suelo. Luego, entre sus dedos surgió una fina aguja de chakra que introdujo en la sien del kusajin. El Sennō Sōsa no Jutsu ocultó toda memoria de lo que había pasado hasta entonces en la cueva. Desde el primer momento en que se despertó hasta caer inconsciente. Salvo si la técnica era cancelada, Yota jamás recordaría nada de lo que allí había sucedido. Tampoco de las pocas preguntas que Zaide había respondido en un juego amañado desde el principio.
—No me lo tengas en cuenta, ¿huh? Es lo mejor para los dos.
Yota podría volver a la villa sin la losa que suponía confesar ante un villano; y, Zaide, podría entrar con la fuerza de Dragón Rojo a su espalda. Porque, ¿para qué iba a necesitar preguntar a Yota la ubicación de su villa si estaba con ellos? A los dos kusajines se les había escapado, pero había un miembro de la organización, solo uno, que la conocía. Y ese alguien era…
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—Ey, despierta, lechugo.
Zaide le abrió los párpados. Lo primero que vio Yota cuando despertó fue su Sharingan, clavado en sus pupilas. La ilusión hizo efecto al instante, y en dicha ilusión Yota no sentía dolor por el dedo fracturado ni el hombro dislocado. Fue solo por un momento, sin embargo. El Uchiha, rabioso, le echó al suelo y le dislocó el hombro, y Yota sintió el dolor de aquello.
—Esto por tu amiga la araña, que me intentó joder cuando te tenía a mi merced. No te preocupes, sigue viva. —Luego le tomó un dedo y se lo partió. El mismo que le había partido antes, que le dejó tanto o más dolorido si cabe—. Y esto, por tu amigo Daigo, que casi me revienta un brazo después de rendirse. Ya que ellos no pueden pagar por sus pecados, es tu responsabilidad como chūnin hacerlo por ellos. Ahora estamos en paz.
Era el responsable de la matanza del Valle de los Dojos. Dislocar hombros y partir dedos por pura revancha entraba dentro del perfil que tenían de él, quería pensar. A aquella ilusión tan solo le quedaba un ingrediente para ser redonda: el miembro que conocía la ubicación de Kusagakure no Sato.
Tirado en el suelo y bocabajo, Yota apenas pudo distinguirle entre las sombras danzarinas que dibujaba la hoguera. Un puntito de luz tintineaba a la altura de su rostro, procedente de un cigarro que fumaba con ahínco. La silueta dio un paso al frente. Tenía un rostro brutal, demacrado por las llamas de la traición. Sus ojos no eran menos brutales, tan rojos como la sangre y el ocaso. En verdad, si no se le conocía, era un joven menudo y con poca presencia. Pero los que le conocían, los que habían oído hablar de él…
Ellos conocían la realidad.
—Te tenía por un hombre más templado, Zaide.
—No me toques los huevos. No sabes bien la que me liaron esos tres.
El joven tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con la suela de su sandalia. Luego miró a Yota como quien escrudiña los dientes a un caballo.
—¿Este? Este no me sirve ni para limpiarme los dientes.
Era él.
Era Uchiha Akame.
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)