13/08/2021, 14:55
Zaide se acercó con precaución hasta él, asegurándose de que no fingía el desmayo. Luego, extrajo el shuriken y formó una aguja de chakra que introdujo en su sien. El Sennō Sōsa no Jutsu le haría olvidar —o, más bien, haría que no lo recordase hasta que la técnica fuese cancelada—, todo lo que había sucedido en aquella cueva. El interrogatorio, el asesinato de su propio amigo, la revelación de que todo era una ilusión.
Todo. Porque, de lo contrario, era muy probable que Kintsugi se diese cuenta que Zaide estaba solo. Sin Akame. Y eso le dejaba en una posición todavía más vulnerable de la que ya estaba.
Aprovechó los minutos para aplicarle más curas con el botiquín que poseía. Luego le selló en las telas y descansó por unos largos minutos. El combate y el interrogatorio le habían dejado exhausto. Necesitaba recuperar fuerzas.
Las necesitaría.
Yota se encontró a su amigo Daigo —o eso pudo intuir—, dentro de unas telas que reposaban sobre una mesa. Una pequeña hoguera brillaba en la entrada de la cueva, y sus ojos pudieron ver que se encontraba en lo alto de una montaña escarpada. Posiblemente había más de cien metros de caída libre si se le ocurría salir. Allí solo se podía acceder volando, o escalando.
—Esto te va a escocer un poco —dijo Zaide, tomándole del brazo. Apoyó una mano en su pecho y luego dio un brusco tirón que le encajó el hombro—. Y esto… Oh, esto creo que aún va a ser más doloroso —apuntó, antes de tomarle el dedo doblado en una posición antinatural y colocárselo en una posición recta. Luego le vendó el dedo junto a una ramilla para inmovilizarlo—. Yo de ti lo mantendría dentro de la nieve todo el rato —dijo, señalando el cubo de nieve.
Poco después se acercó a las telas y liberó a Daigo, que cayó sobre la mesa, aturdido y sin sentir las piernas. Zaide se colocó a unos seis metros de ellos dos, con el Sharingan brillando en su ojo sano y los brazos cruzados tras la espalda. No dijo nada.
Todo. Porque, de lo contrario, era muy probable que Kintsugi se diese cuenta que Zaide estaba solo. Sin Akame. Y eso le dejaba en una posición todavía más vulnerable de la que ya estaba.
Aprovechó los minutos para aplicarle más curas con el botiquín que poseía. Luego le selló en las telas y descansó por unos largos minutos. El combate y el interrogatorio le habían dejado exhausto. Necesitaba recuperar fuerzas.
Las necesitaría.
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Yota se encontró a su amigo Daigo —o eso pudo intuir—, dentro de unas telas que reposaban sobre una mesa. Una pequeña hoguera brillaba en la entrada de la cueva, y sus ojos pudieron ver que se encontraba en lo alto de una montaña escarpada. Posiblemente había más de cien metros de caída libre si se le ocurría salir. Allí solo se podía acceder volando, o escalando.
—Esto te va a escocer un poco —dijo Zaide, tomándole del brazo. Apoyó una mano en su pecho y luego dio un brusco tirón que le encajó el hombro—. Y esto… Oh, esto creo que aún va a ser más doloroso —apuntó, antes de tomarle el dedo doblado en una posición antinatural y colocárselo en una posición recta. Luego le vendó el dedo junto a una ramilla para inmovilizarlo—. Yo de ti lo mantendría dentro de la nieve todo el rato —dijo, señalando el cubo de nieve.
Poco después se acercó a las telas y liberó a Daigo, que cayó sobre la mesa, aturdido y sin sentir las piernas. Zaide se colocó a unos seis metros de ellos dos, con el Sharingan brillando en su ojo sano y los brazos cruzados tras la espalda. No dijo nada.
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)