17/08/2021, 16:08
—Bien —dijo Zaide, conforme con la respuesta de Daigo—. Espero que me hagan una buena oferta, o el siguiente de la lista al que pienso ofreceros no os hará ninguna gracia.
Y hasta ahí podía hablar. Sus pensamientos volaron brevemente hacia otro sitio. Tenía que pensar cómo llegar hasta Kusagakure. Lo mejor sería usar el tren. Disfrazándose de otra persona llegaría allí en un día. También tenía que pensar en cómo hacer para despistar a los perros, por si a Kintsugi se le pasaba por la cabeza tratar de seguir su rastro haciendo uso del olfato de los canes. Se le ocurrió algo divertido que le arrancó una sonrisa.
Luego estaban esos dos. ¿Los dejaría allí solos, encerrados? Sabía de un fūinjutsu que haría de aquella cueva impenetrable. Tanto para salir como para entrar. Con dejarles algo de comida y agua bastaría, aunque nunca estaba de más dejar a alguien vigilando. Ah, cuántas cosas que preparar. Zaide se dio cuenta de lo mucho que le habían ayudado sus camaradas cuando hacía aquel tipo de secuestros. En aquellos días, él apenas se ocupaba de negociar el precio y poner cara de hijoputa. Ahora en cambio tenía que estar a todo, y eso le recordaba algo.
—¿Qué tal está esa cadera, chico? —le preguntaba a Daigo—. No soy médico, pero juraría que tienes un hueso roto. ¿Notas todo en su sitio?
Y hasta ahí podía hablar. Sus pensamientos volaron brevemente hacia otro sitio. Tenía que pensar cómo llegar hasta Kusagakure. Lo mejor sería usar el tren. Disfrazándose de otra persona llegaría allí en un día. También tenía que pensar en cómo hacer para despistar a los perros, por si a Kintsugi se le pasaba por la cabeza tratar de seguir su rastro haciendo uso del olfato de los canes. Se le ocurrió algo divertido que le arrancó una sonrisa.
Luego estaban esos dos. ¿Los dejaría allí solos, encerrados? Sabía de un fūinjutsu que haría de aquella cueva impenetrable. Tanto para salir como para entrar. Con dejarles algo de comida y agua bastaría, aunque nunca estaba de más dejar a alguien vigilando. Ah, cuántas cosas que preparar. Zaide se dio cuenta de lo mucho que le habían ayudado sus camaradas cuando hacía aquel tipo de secuestros. En aquellos días, él apenas se ocupaba de negociar el precio y poner cara de hijoputa. Ahora en cambio tenía que estar a todo, y eso le recordaba algo.
—¿Qué tal está esa cadera, chico? —le preguntaba a Daigo—. No soy médico, pero juraría que tienes un hueso roto. ¿Notas todo en su sitio?
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)