2/09/2021, 10:44
Suzaku tarareaba alegremente, distraída. Había cogido una lata de atún y ahora se disponía a rellenar uno de los sandwiches con él. Aquel era su sandwich favorito, y no estaba dispuesta a dejar que nada ni nadie se lo estropeara. O eso pensaba, hasta que vio por el rabillo del ojo, a su izquierda, la figura de su hermana al otro lado de la ventana. Y en su mano, de forma amenazadora, una zapatilla.
«¿Pero no estaba en el baño?» Se preguntó, preparándose para esquivar el lanzamiento.
Pero algo la golpeó por la espalda. Y la figura de Umi se desvaneció con una pequeña nube de humo.
—¡Auch! —se quejó, volviéndose.
Y allí estaba la verdadera Uchiha Umi, agachándose para recoger la sandalia que acababa de arrojar.
—¡No vuelvas a tirarme la sandalia, pescadilla! —le espetó, señalándola con un dedo acusador.
—¡Eres una rencorosa asquerosa!
Pero Umi le restó importancia al asunto. Se acercó a la nevera y, por el camino, revolvió los cabellos de la pelirrosa, que volvió a quejarse entre gruñidos.
—¿Me vas a hacer alguno de atún con mayonesa? Ya sabes que es mi favorito.
—¿Es que no has aprendido la lección con la mayonesa? —cuestionó Suzaku, alzando una ceja mientras se preparaba otro sandwich. Esta vez de jamón york y queso. Mucho queso. Quizás demasiado queso. Pero Suzaku tenía un lema, y es que nunca sobraba el queso. De hecho parecía que siempre faltaba—. ¡No quiero que te dé un apretón en mitad de nuestro picnic!
—¿Manteca de cacahuete y mermelada?
—¿De verdad eso está bueno? ¿No está demasiado empalagoso?
«¿Pero no estaba en el baño?» Se preguntó, preparándose para esquivar el lanzamiento.
Pero algo la golpeó por la espalda. Y la figura de Umi se desvaneció con una pequeña nube de humo.
—¡Auch! —se quejó, volviéndose.
Y allí estaba la verdadera Uchiha Umi, agachándose para recoger la sandalia que acababa de arrojar.
—¡No vuelvas a tirarme la sandalia, pescadilla! —le espetó, señalándola con un dedo acusador.
—¡Eres una rencorosa asquerosa!
Pero Umi le restó importancia al asunto. Se acercó a la nevera y, por el camino, revolvió los cabellos de la pelirrosa, que volvió a quejarse entre gruñidos.
—¿Me vas a hacer alguno de atún con mayonesa? Ya sabes que es mi favorito.
—¿Es que no has aprendido la lección con la mayonesa? —cuestionó Suzaku, alzando una ceja mientras se preparaba otro sandwich. Esta vez de jamón york y queso. Mucho queso. Quizás demasiado queso. Pero Suzaku tenía un lema, y es que nunca sobraba el queso. De hecho parecía que siempre faltaba—. ¡No quiero que te dé un apretón en mitad de nuestro picnic!
—¿Manteca de cacahuete y mermelada?
—¿De verdad eso está bueno? ¿No está demasiado empalagoso?