6/09/2021, 21:10
Tenía que concedérselo: Daigo estaba hecho de otra pasta. Cada vez que creía tenerle calado, cada vez que su Sharingan ponía un nuevo límite a su espíritu, el chico se venía arriba y arrasaba con todo ello como un tsunami. Parecía que no le importase su vida una mierda, pero no era así: tenía tan claro su objetivo que todo lo demás eran detalles menores. ¿Su libertad? Tonterías. ¿Su brazo? Una molestia. ¿Su vida? Una puta moneda de cambio.
Aquel chico solo sabía ir all-in. Apostaba a que en una partida de póker no tardaría ni dos rondas en ser desplumado. Redoblaba la apuesta a que de haberse encontrado en el mismo lado del campo de batalla, hubiesen luchado a muerte el uno por el otro.
Pero no lo estaban, y nunca lo estarían.
—Muy bien —dijo, tras seguramente más de un minuto en silencio, reflexionando sobre lo que ambos le habían dicho. Empuñó un hacha—. Me he decidido.
Y estampó el filo del hacha…
… en el brazo de Yota.
Lo cierto es que no llegó a cercenárselo. El tajo fue lo suficientemente grande para abrirle una buena brecha, no obstante, y Zaide utilizó la bandana del kusajin para hacerle de venda temporal, anudándoselo con fuerza.
La necesitaría después.
Tomó una pluma, un bote con tinta y extendió un pergamino en blanco sobre la mesa en la que había estado Daigo hacía unos días. Sin hacer caso a las posibles quejas de Daigo y Yota, empezó a escribir. Una carta de amor. O algo parecido. Cuando terminó, le arrancó la bandana a Yota, tan ensangrentada que la tela ya no era verde, sino de un rojo oscuro. Usó la bandana para atar el pergamino enrollado, a modo de hilo.
—Haced las maletas, niños. Nos vamos de vacaciones al desierto…
»Los tres.
Aquel chico solo sabía ir all-in. Apostaba a que en una partida de póker no tardaría ni dos rondas en ser desplumado. Redoblaba la apuesta a que de haberse encontrado en el mismo lado del campo de batalla, hubiesen luchado a muerte el uno por el otro.
Pero no lo estaban, y nunca lo estarían.
—Muy bien —dijo, tras seguramente más de un minuto en silencio, reflexionando sobre lo que ambos le habían dicho. Empuñó un hacha—. Me he decidido.
Y estampó el filo del hacha…
… en el brazo de Yota.
Lo cierto es que no llegó a cercenárselo. El tajo fue lo suficientemente grande para abrirle una buena brecha, no obstante, y Zaide utilizó la bandana del kusajin para hacerle de venda temporal, anudándoselo con fuerza.
La necesitaría después.
Tomó una pluma, un bote con tinta y extendió un pergamino en blanco sobre la mesa en la que había estado Daigo hacía unos días. Sin hacer caso a las posibles quejas de Daigo y Yota, empezó a escribir. Una carta de amor. O algo parecido. Cuando terminó, le arrancó la bandana a Yota, tan ensangrentada que la tela ya no era verde, sino de un rojo oscuro. Usó la bandana para atar el pergamino enrollado, a modo de hilo.
—Haced las maletas, niños. Nos vamos de vacaciones al desierto…
»Los tres.
![[Imagen: Uchiha-Zaide-eyes2.png]](https://i.ibb.co/gwnNShR/Uchiha-Zaide-eyes2.png)