9/09/2021, 02:30
Lyndis consiguió abrirse camino por el mundo sin mayor problema. Por suerte para ella, una bandana solía ser respetada en todas partes, con más ímpetu si la portaba una chica fuerte como ella. El primer trabajador de la estación al que le pidió subir gratis le explicó algo nervioso que no podía él hacer tal cosa, sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que apareció un encargado que le solucionó el tema. Le pidió, claro está, que la villa más tarde se encargase de pagar por ella. Algo rutinario para los ninjas en misiones.
Unas horas más tarde, la kunoichi estaría sentada en uno de los vagones del tren. Era uno de los más simples, con dos bancos, uno en cada pared y un par de ventanas en la pared que no daba al enorme pasillo. Estaba sola, mirando por la ventana.
— Hey.
O tal vez no tan sola. En el banco contrario volvía a estar aquel hombre, pelo blanquecino, ojos grises y tunica negra. Estaba con las piernas cruzadas, mirando a Lyndis. Las mangas de su túnica parecían tan vacías como la última vez, colgaban a sus lados al vaivén del tren en marcha.
Unas horas más tarde, la kunoichi estaría sentada en uno de los vagones del tren. Era uno de los más simples, con dos bancos, uno en cada pared y un par de ventanas en la pared que no daba al enorme pasillo. Estaba sola, mirando por la ventana.
— Hey.
O tal vez no tan sola. En el banco contrario volvía a estar aquel hombre, pelo blanquecino, ojos grises y tunica negra. Estaba con las piernas cruzadas, mirando a Lyndis. Las mangas de su túnica parecían tan vacías como la última vez, colgaban a sus lados al vaivén del tren en marcha.