24/09/2021, 16:00
Una voz, cerca de ella, la sacó de su ensimismamiento.
—Perdona que te moleste. Eres Uchiha Suzaku, ¿verdad?
Suzaku se vio obligada a apartar la mirada de la misteriosa bailarina para mirar a su interlocutor. Le costó un poco reconocerle, pues no esperaba encontrarse a un compañero de aldea tan lejos de Uzushiogakure. Pero allí estaba: Uchiha Natsu. Un chico un poco más mayor que ella, de cabello blanco como la nieve que contrastaba con sus ojos oscuros como dos pozos sin fondo. Habían coincidido en la Academia Shinobi, pero, aunque también compartían la línea genética de los Uchiha, no habían intercambiado demasiadas palabras.
—¡Sí! —asintió ella, esbozando una sonrisa—. Tu eras Uchiha...
Suzaku se vio interrumpida ante una exclamación ahogada del público. Y es que el curioso abrigo de la bailarina parecía haber cobrado vida propia y, como si reclamara toda la atención sobre la artista, las mangas la prenda se habían deshecho en una especie de sustancia amorfa que mediaba entre lo líquido y lo sólido, y flotaba en el aire alrededor de la grácil bailarina, bailando con ella en aquel peculiar espectáculo. Por un instante se sintió como si estuviese contemplando un cuadro en movimiento.
—¡Oh, mira eso! ¿Cómo lo hace? —preguntó maravillada.
—Perdona que te moleste. Eres Uchiha Suzaku, ¿verdad?
Suzaku se vio obligada a apartar la mirada de la misteriosa bailarina para mirar a su interlocutor. Le costó un poco reconocerle, pues no esperaba encontrarse a un compañero de aldea tan lejos de Uzushiogakure. Pero allí estaba: Uchiha Natsu. Un chico un poco más mayor que ella, de cabello blanco como la nieve que contrastaba con sus ojos oscuros como dos pozos sin fondo. Habían coincidido en la Academia Shinobi, pero, aunque también compartían la línea genética de los Uchiha, no habían intercambiado demasiadas palabras.
—¡Sí! —asintió ella, esbozando una sonrisa—. Tu eras Uchiha...
Suzaku se vio interrumpida ante una exclamación ahogada del público. Y es que el curioso abrigo de la bailarina parecía haber cobrado vida propia y, como si reclamara toda la atención sobre la artista, las mangas la prenda se habían deshecho en una especie de sustancia amorfa que mediaba entre lo líquido y lo sólido, y flotaba en el aire alrededor de la grácil bailarina, bailando con ella en aquel peculiar espectáculo. Por un instante se sintió como si estuviese contemplando un cuadro en movimiento.
—¡Oh, mira eso! ¿Cómo lo hace? —preguntó maravillada.