28/09/2021, 14:28
Shanise estaba allí, también con la mirada perdida, el rímel vertido sobre las mejillas. Llevaba un traje negro, con capucha, y encima de la mesa, además de la montaña de papeles que no era capaz de quitarse de encima, también había dos sombreros cónicos achatados. El sombrero de Arashikage, y uno con el mísmo ideograma de Tormenta. Y a ese cargo precisamente pertenecía aquél sombrero negro, que ahora le pertenecía para su desgracia.
—Pasa —dijo sin ánima, y cuando vio a Ayame tras la puerta se levantó y caminó a su encuentro, fundiéndose con ella en un abrazo—. ¿Cómo estás, Ayame? —le dijo, acariciándole la parte de atrás de la cabeza como a una hija.
—Pasa —dijo sin ánima, y cuando vio a Ayame tras la puerta se levantó y caminó a su encuentro, fundiéndose con ella en un abrazo—. ¿Cómo estás, Ayame? —le dijo, acariciándole la parte de atrás de la cabeza como a una hija.