28/09/2021, 15:37
Hōzuki Shanise presentaba un aspecto lamentable. Y no era para menos. El rímel, arrastrado por sus lágrimas, se vertía oscuro sobre sus mejillas húmedas. En aquellos instantes no vestía su habitual túnica de Arashikage, sino un traje oscuro con capucha. Sobre la mesa, acompañando a la interminable torre de papeleo, dos sombreros de forma cónica algo achatada con el símbolo de la Tormenta grabado en ambos. Sólo se diferenciaban en el color: uno negro, el otro blanco.
La Arashikage no tardó en reparar en ella en cuanto atravesó el umbral de la puerta, y se levantó para ir a abrazarla a toda prisa.
—¿Cómo estás, Ayame? —le preguntó, acariciándole la cabeza con suma ternura.
Ella, inmóvil y rígida como una tabla, suspiró pesarosa. No estaba acostumbrada a esos gestos.
—Lo siento, Arashikage —pronunció. Y una repentina nube de humo la envolvió. Shanise se encontró con cabellos blancos y unos ojos aguamarina que la contemplaban, húmedos pero mucho más inexpresivos—. No soy Ayame.
Varias razones la habían empujado a adoptar la apariencia de su jinchūriki, pero la que tenía más peso era que no muchos humanos iban a mirarla con buenos ojos mientras se paseaba por la aldea de camino a la Torre de la Arashikage. Por mucho que tuviese forma humana, nada cambiaba el hecho de que era un bijū. Kokuō se separó de ella, intercambiando el peso de una pierna a otra con algo de incomodidad.
—Con respecto a su pregunta... Y si debo serle sincera... —dijo, más dubitativa que antes—. La Señorita no está bien.
La Arashikage no tardó en reparar en ella en cuanto atravesó el umbral de la puerta, y se levantó para ir a abrazarla a toda prisa.
—¿Cómo estás, Ayame? —le preguntó, acariciándole la cabeza con suma ternura.
Ella, inmóvil y rígida como una tabla, suspiró pesarosa. No estaba acostumbrada a esos gestos.
—Lo siento, Arashikage —pronunció. Y una repentina nube de humo la envolvió. Shanise se encontró con cabellos blancos y unos ojos aguamarina que la contemplaban, húmedos pero mucho más inexpresivos—. No soy Ayame.
Varias razones la habían empujado a adoptar la apariencia de su jinchūriki, pero la que tenía más peso era que no muchos humanos iban a mirarla con buenos ojos mientras se paseaba por la aldea de camino a la Torre de la Arashikage. Por mucho que tuviese forma humana, nada cambiaba el hecho de que era un bijū. Kokuō se separó de ella, intercambiando el peso de una pierna a otra con algo de incomodidad.
—Con respecto a su pregunta... Y si debo serle sincera... —dijo, más dubitativa que antes—. La Señorita no está bien.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)