11/10/2021, 15:51
Shanise volvió a romper a llorar cuando la vio así, agarrada con todas sus fuerzas a aquel viejo libro. Cualquiera que lo viera desde fuera no podría comprenderlo, aquel ajado de hojas había pasado por tiempos mucho mejores y parecía que iba a desmontarse en cuanto alguien intentara abrirlo. Pero aquel libro era mucho más que un montón de letras y dibujos acumulados en papeles. Entre sus páginas escondía un secreto emocional, el secreto de unos tiempos mucho mejores que los que le había tocado vivir. Unos tiempos en los que Amekoro Yui seguía viva y en los que Kurama ni siquiera existía en su conocimiento.
—Ayame... —sollozó Shanise—. Prométeme que tú no te irás —dijo de pronto, tapándose el rostro con ambas manos—. No puedo perder a nadie más. No puedo permitírmelo. Os protegeré a todos. A todos...
Ayame agachó la mirada, húmeda y sombría. Sintió de repente el peso de la bandana y de la placa que la identificaba como Jōnin y que se había arrancado del brazo en su bolsillo. Sus planes se vieron truncados cuando vio a Hōzuki Shanise, Quinta Arashikage y ahora Segunda Tormenta, de aquella manera. Y perdió la determinación que había reunido para hacer lo que había planeado hacer cuando llegara a aquel despacho. Se mordió el labio inferior y sintió la tirantez de sus mandíbulas, agarrotadas de tanto llorar. Al final, simplemente, asintió en silencio.
Y se retiró.
—Ya lo ha visto. —Shanise escucharía entonces la voz de Kokuō. Habían vuelto a intercambiar puestos. El bijū no abrazaba el libro como lo había hecho Ayame, pero lo sostenía junto a un costado con cuidado. Y aunque no había despegado los ojos de Shanise, mantenía la cabeza baja con gesto apesadumbrado—. No ha vuelto a hablar desde que despertó.
Y nunca pensó que llegaría a echar de menos aquella vocecilla infantil e inocente, sus preguntas sin sentido y olvidos continuos en cuanto a nombres se refería. Aquel impacto emocional la había dejado muda, y ni siquiera Zetsuo, que era médico, podía saber con seguridad cuánto duraría aquel sepulcral silencio.
—Y no sólo eso. Se despierta todas las noches entre pesadillas relacionadas con Kurama. No deja de ver en su cabeza la misma escena, una y otra vez, y nada de lo que le diga parece aliviarla. Se culpa, Shanise, aunque ahora no encuentre las palabras para expresarlo.
»Incluso llegó a plantearse entregar su bandana... —Kokuō se interrumpió un momento, torció el gesto girando la cabeza, y terminó esbozando una media sonrisa cargada de tristeza—. Y ahora me está odiando por decírselo.
—Ayame... —sollozó Shanise—. Prométeme que tú no te irás —dijo de pronto, tapándose el rostro con ambas manos—. No puedo perder a nadie más. No puedo permitírmelo. Os protegeré a todos. A todos...
Ayame agachó la mirada, húmeda y sombría. Sintió de repente el peso de la bandana y de la placa que la identificaba como Jōnin y que se había arrancado del brazo en su bolsillo. Sus planes se vieron truncados cuando vio a Hōzuki Shanise, Quinta Arashikage y ahora Segunda Tormenta, de aquella manera. Y perdió la determinación que había reunido para hacer lo que había planeado hacer cuando llegara a aquel despacho. Se mordió el labio inferior y sintió la tirantez de sus mandíbulas, agarrotadas de tanto llorar. Al final, simplemente, asintió en silencio.
Y se retiró.
—Ya lo ha visto. —Shanise escucharía entonces la voz de Kokuō. Habían vuelto a intercambiar puestos. El bijū no abrazaba el libro como lo había hecho Ayame, pero lo sostenía junto a un costado con cuidado. Y aunque no había despegado los ojos de Shanise, mantenía la cabeza baja con gesto apesadumbrado—. No ha vuelto a hablar desde que despertó.
Y nunca pensó que llegaría a echar de menos aquella vocecilla infantil e inocente, sus preguntas sin sentido y olvidos continuos en cuanto a nombres se refería. Aquel impacto emocional la había dejado muda, y ni siquiera Zetsuo, que era médico, podía saber con seguridad cuánto duraría aquel sepulcral silencio.
—Y no sólo eso. Se despierta todas las noches entre pesadillas relacionadas con Kurama. No deja de ver en su cabeza la misma escena, una y otra vez, y nada de lo que le diga parece aliviarla. Se culpa, Shanise, aunque ahora no encuentre las palabras para expresarlo.
»Incluso llegó a plantearse entregar su bandana... —Kokuō se interrumpió un momento, torció el gesto girando la cabeza, y terminó esbozando una media sonrisa cargada de tristeza—. Y ahora me está odiando por decírselo.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)