6/11/2021, 20:38
Umi dejó pasar el comentario de Suzaku, más porque no le interesaba pelearse con ella que por ganas de contestarle. Podía ser un verdadero grano en el culo cuando quería. A pesar de todo, era la única persona que le importaba algo en este condenado planeta, así que la abrazó pasándole el brazo por detrás de los hombros y caminaron juntos hasta el parque.
La dejó escapar cuando se alejó canturreando hacia la colina más alta del parque, su favorita, y ensombreció el rostro. Tragó saliva y subió pesadamente, como si sus rodillas estuvieran hechas de plomo. Ayudó a su hermana a colocar los aperitivos y luego, distraída, tomó un hojaldre relleno y contempló las vistas. Más allá de los muros se extendía la Planicie del Silencio, aunque desde allí sólo podía verse la parte más lejana, la que casi se fundía con el cielo azul en el horizonte.
—Suzaku... —dijo al cabo de un tiempo—. ¿Has oído los rumores, verdad? Más pronto que tarde, estallará una guerra —siguió, al cabo de unos segundos—. Contra Kurama y esos dichosos Generales.
Umi no tenía gran aprecio a la figura de Sarutobi Hanabi. De hecho, lo detestaba. Igual que a ese pupilo suyo, el liante de Uchiha Datsue. «En esta aldea se progresa más siendo un lameculos del poder de turno que con el trabajo duro. Muchas charlas sobre el honor y el compañerismo... mientras estés de mi lado. Aunque seas un payaso con bandana.»
Pero se decía que casi morían peleando contra uno de esos Generales. Y si algo era conocido de tanto uno como el otro era que eran fuertes. Muy, muy fuertes.
»Y luego está Dragón Rojo y ese loco de Akame. Ya viste la que montaron en el estadio. Suerte que nos tocó la parte de la grada con menos lío. —¿Y qué tenían que ver ellas con todo aquello? ¡Nada! Eso es lo que más le molestaba a Umi.
Todo sería más sencillo si pudiera quitarle la venda a Suzaku. Pero...
...no podía hacerlo. Ella había visto manchada la imagen que tenía de sus padres. Y había querido mantenerla intacta para ella. Así debía ser. Por eso aceptaba de mala gana vivir en aquella villa color de rosa manchada de sangre carmesí. Pero tenía miedo, y por eso...
Tragó saliva, y las palabras no salieron.
La dejó escapar cuando se alejó canturreando hacia la colina más alta del parque, su favorita, y ensombreció el rostro. Tragó saliva y subió pesadamente, como si sus rodillas estuvieran hechas de plomo. Ayudó a su hermana a colocar los aperitivos y luego, distraída, tomó un hojaldre relleno y contempló las vistas. Más allá de los muros se extendía la Planicie del Silencio, aunque desde allí sólo podía verse la parte más lejana, la que casi se fundía con el cielo azul en el horizonte.
—Suzaku... —dijo al cabo de un tiempo—. ¿Has oído los rumores, verdad? Más pronto que tarde, estallará una guerra —siguió, al cabo de unos segundos—. Contra Kurama y esos dichosos Generales.
Umi no tenía gran aprecio a la figura de Sarutobi Hanabi. De hecho, lo detestaba. Igual que a ese pupilo suyo, el liante de Uchiha Datsue. «En esta aldea se progresa más siendo un lameculos del poder de turno que con el trabajo duro. Muchas charlas sobre el honor y el compañerismo... mientras estés de mi lado. Aunque seas un payaso con bandana.»
Pero se decía que casi morían peleando contra uno de esos Generales. Y si algo era conocido de tanto uno como el otro era que eran fuertes. Muy, muy fuertes.
»Y luego está Dragón Rojo y ese loco de Akame. Ya viste la que montaron en el estadio. Suerte que nos tocó la parte de la grada con menos lío. —¿Y qué tenían que ver ellas con todo aquello? ¡Nada! Eso es lo que más le molestaba a Umi.
Todo sería más sencillo si pudiera quitarle la venda a Suzaku. Pero...
...no podía hacerlo. Ella había visto manchada la imagen que tenía de sus padres. Y había querido mantenerla intacta para ella. Así debía ser. Por eso aceptaba de mala gana vivir en aquella villa color de rosa manchada de sangre carmesí. Pero tenía miedo, y por eso...
Tragó saliva, y las palabras no salieron.