17/11/2021, 14:24
Su hermana suspiró en respuesta.
—Me convertí en kunoichi para poder cuidarte, Suzaku, y porque era la única opción. Sólo estoy diciendo que ahora mismo quizás no sea la mejor opción, ¿entiendes? —añadió, alargando una pausa en la que debía estar esperando una respuesta por parte de Suzaku que no llegó a producirse.
La chiquilla, como si aquello no fuera con ella, había alargado la mano para coger uno de aquellos deliciosos sandwiches de atún y mayonesa. Hasta que su hermana debió de cansarse de esperar y volvió a reclamar su atención:
—Suzaku, creo que deberías dejar de ser ninja. Es más, quizás deberíamos dejar de serlo las dos —soltó, directa como el gancho de un boxeador.
El sándwich, que se había quedado a medio trayecto de la boca de Suzaku, se quedó suspendido en el aire.
—¡Hagamos otra cosa! —continuó Umi, hablando atropelladamente. Se arrodilló a trompicones, acercándose a la sombría Suzaku, y la tomó de las manos. El sándwich cayó al césped, derramando su contenido sin poder evitarlo—. ¡Podríamos montar un restaurante! ¡Mira qué aperitivos hacemos! ¿Sí?
Suzaku apretó las mandíbulas, y habría hecho lo mismo con las manos de no ser porque Umi las tenía cogidas.
—No soy cocinera... —refunfuñó en voz baja, con la cabeza baja, sin mirar a Umi a los ojos. De un momento a otro, y con una brusca sacudida de sus brazos, se soltó del agarre de su hermana y se levantó de golpe para quedar por encima de ella—. ¡No soy una cocinera! ¡Soy kunoichi! ¡Conseguí mi bandana ayer mismo! ¡No me puedes decir que deje de ser ninja cuando ni siquiera he empezado a serlo!
—Me convertí en kunoichi para poder cuidarte, Suzaku, y porque era la única opción. Sólo estoy diciendo que ahora mismo quizás no sea la mejor opción, ¿entiendes? —añadió, alargando una pausa en la que debía estar esperando una respuesta por parte de Suzaku que no llegó a producirse.
La chiquilla, como si aquello no fuera con ella, había alargado la mano para coger uno de aquellos deliciosos sandwiches de atún y mayonesa. Hasta que su hermana debió de cansarse de esperar y volvió a reclamar su atención:
—Suzaku, creo que deberías dejar de ser ninja. Es más, quizás deberíamos dejar de serlo las dos —soltó, directa como el gancho de un boxeador.
El sándwich, que se había quedado a medio trayecto de la boca de Suzaku, se quedó suspendido en el aire.
—¡Hagamos otra cosa! —continuó Umi, hablando atropelladamente. Se arrodilló a trompicones, acercándose a la sombría Suzaku, y la tomó de las manos. El sándwich cayó al césped, derramando su contenido sin poder evitarlo—. ¡Podríamos montar un restaurante! ¡Mira qué aperitivos hacemos! ¿Sí?
Suzaku apretó las mandíbulas, y habría hecho lo mismo con las manos de no ser porque Umi las tenía cogidas.
—No soy cocinera... —refunfuñó en voz baja, con la cabeza baja, sin mirar a Umi a los ojos. De un momento a otro, y con una brusca sacudida de sus brazos, se soltó del agarre de su hermana y se levantó de golpe para quedar por encima de ella—. ¡No soy una cocinera! ¡Soy kunoichi! ¡Conseguí mi bandana ayer mismo! ¡No me puedes decir que deje de ser ninja cuando ni siquiera he empezado a serlo!