23/11/2021, 21:24
Segundos después de que Shiba hubiese desaparecido camino a la cocina, Saki y Suzume sentirían en sus pieles el descenso en la temperatura. No era algo realmente repentino ni exageradamente notorio, más bien era una sensación de que se habían alejado de la estufa o se había colado una brisa fria.
Por lo demás, seguirían pudiendo contemplar el resto de hadas yendo y viniendo y compartiendo breves instantes entre ellas, pequeñas interacciones dentro de sus roles para entretener a los comensales. De hecho, Shiba era la que más se movía pero menos hablaba, solo agradecía y sonreía mientras hacía su trabajo.
Y pasó lo que tenía que pasar. Mientras el hada del verano se acercaba a la mesa de las kunoichis con el café, el hada de la primavera se despedía distraida de una de sus mesas, cruzandose en su camino de repente. Se trataba de una chica notoriamente más pequeña que Shiba, de cabellos verdes y largos colgando de su cabeza completamente descontrolados. En cuanto se produjo el choque, la pequeña hada de la primavera prácticamente salió despedida, mientras Shiba había conseguido mantenerse estoica en el sitio.
Estaban demasiado cerca de su mesa, si primavera hubiese caido hubiese caido encima de ellas. Sin embargo, no cayó. En un rápido movimiento, su compañera veraniega la agarró de la cintura y la pegó a su cuerpo. Por suerte, había mantenido el café en perfecto equilibrio con su mano libre.
— Ten más cuidado, Haruka-chan. — respondió alegremente manteniendo el agarre unos segundos.
La pequeña peliverde se quedó esos segundos contemplando los ojos de su salvadora hasta que despertó y se escabulló de su agarre moviendo sus alitas al alejarse.
— L-Lo siento, Shiba-chan. — murmuró mientras se alejaba acalorada.
Shiba solo la miró y alzó una ceja, sin entender muy bien por qué se escabullía así. Al momento se giró de nuevo sonriendo a sus clientas y dejando el café delante de Saki. Lo que vería la Amejin era una taza con espuma y un color más claro que el café que se acababa de beber pero más oscuro que un chocolate normal.
— Aquí tiene, Saki-san.
Por lo demás, seguirían pudiendo contemplar el resto de hadas yendo y viniendo y compartiendo breves instantes entre ellas, pequeñas interacciones dentro de sus roles para entretener a los comensales. De hecho, Shiba era la que más se movía pero menos hablaba, solo agradecía y sonreía mientras hacía su trabajo.
Y pasó lo que tenía que pasar. Mientras el hada del verano se acercaba a la mesa de las kunoichis con el café, el hada de la primavera se despedía distraida de una de sus mesas, cruzandose en su camino de repente. Se trataba de una chica notoriamente más pequeña que Shiba, de cabellos verdes y largos colgando de su cabeza completamente descontrolados. En cuanto se produjo el choque, la pequeña hada de la primavera prácticamente salió despedida, mientras Shiba había conseguido mantenerse estoica en el sitio.
Estaban demasiado cerca de su mesa, si primavera hubiese caido hubiese caido encima de ellas. Sin embargo, no cayó. En un rápido movimiento, su compañera veraniega la agarró de la cintura y la pegó a su cuerpo. Por suerte, había mantenido el café en perfecto equilibrio con su mano libre.
— Ten más cuidado, Haruka-chan. — respondió alegremente manteniendo el agarre unos segundos.
La pequeña peliverde se quedó esos segundos contemplando los ojos de su salvadora hasta que despertó y se escabulló de su agarre moviendo sus alitas al alejarse.
— L-Lo siento, Shiba-chan. — murmuró mientras se alejaba acalorada.
Shiba solo la miró y alzó una ceja, sin entender muy bien por qué se escabullía así. Al momento se giró de nuevo sonriendo a sus clientas y dejando el café delante de Saki. Lo que vería la Amejin era una taza con espuma y un color más claro que el café que se acababa de beber pero más oscuro que un chocolate normal.
— Aquí tiene, Saki-san.