12/12/2021, 00:36
—Tu hogar... —masculló Umi. Ahora era ella la que mantenía la cabeza gacha y los puños apretados con fuerza—. ¡No hay hogar! ¡No hay patria! ¡Sólo nos tenemos a nosotras mismas!
Suzaku parpadeó, sorprendida. Por alguna razón que se le escapaba, Umi nunca había demostrado sentir tanto apego a la aldea, ¿pero de verdad la odiaba de aquella manera? ¿Por qué?
—¿Pero qué est...?
La pequeña Uchiha no fue capaz de completar su pregunta. Su hermana mayor se abalanzó sobre ella de golpe, tratando de arrebatarle la bandana como ella misma le había retado a hacerlo. Y Suzaku se revolvió con uñas y dientes. Por supuesto que lo hizo. Entre alaridos, gemidos, quejas y reproches, las dos Uchiha cayeron sobre la hierba, rodaron y se deslizaron colina abajo. Al final terminaron en un claro que se abría en aquella zona del Jardín de los Cerezos. Umi pasó por encima de Suzaku, que la empujó con fuerza para alejarla aún más de ella y se reincorporó a trompicones.
—¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil contigo? ¿¡Por qué tengo que cargar con esto!?
Suzaku jadeó, y tragó saliva cuando contempló cómo los ojos de su hermana se teñían del color de la sangre. Con un profundo suspiro, cerró los ojos un instante, y cuando volvió a abrirlos su mundo también se tiñó de carmesí. La diferencia era que los ojos de su hermana ya lucían tres aspas, mientras que los de ella sólo tenían una. Era consciente de que la diferencia de poder entre ambas era abismal, insalvable. Más de una vez se habían batido en combate, pero la mayoría de las veces había sido un simple entrenamiento. Quizás aquella era la primera vez que se encaraban por unos sentimientos enfrentados. Pero si pensaba que no iba a defender con odas sus fuerzas la bandana que tanto le había costado conseguir, estaba muy equivocada.
—Porque para mí sí es mi hogar —replicó, apoyando la mano sobre su abdomen. Sobre la bandana de metal que lucía el símbolo espiralado.
Suzaku parpadeó, sorprendida. Por alguna razón que se le escapaba, Umi nunca había demostrado sentir tanto apego a la aldea, ¿pero de verdad la odiaba de aquella manera? ¿Por qué?
—¿Pero qué est...?
La pequeña Uchiha no fue capaz de completar su pregunta. Su hermana mayor se abalanzó sobre ella de golpe, tratando de arrebatarle la bandana como ella misma le había retado a hacerlo. Y Suzaku se revolvió con uñas y dientes. Por supuesto que lo hizo. Entre alaridos, gemidos, quejas y reproches, las dos Uchiha cayeron sobre la hierba, rodaron y se deslizaron colina abajo. Al final terminaron en un claro que se abría en aquella zona del Jardín de los Cerezos. Umi pasó por encima de Suzaku, que la empujó con fuerza para alejarla aún más de ella y se reincorporó a trompicones.
—¿Por qué? ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil contigo? ¿¡Por qué tengo que cargar con esto!?
Suzaku jadeó, y tragó saliva cuando contempló cómo los ojos de su hermana se teñían del color de la sangre. Con un profundo suspiro, cerró los ojos un instante, y cuando volvió a abrirlos su mundo también se tiñó de carmesí. La diferencia era que los ojos de su hermana ya lucían tres aspas, mientras que los de ella sólo tenían una. Era consciente de que la diferencia de poder entre ambas era abismal, insalvable. Más de una vez se habían batido en combate, pero la mayoría de las veces había sido un simple entrenamiento. Quizás aquella era la primera vez que se encaraban por unos sentimientos enfrentados. Pero si pensaba que no iba a defender con odas sus fuerzas la bandana que tanto le había costado conseguir, estaba muy equivocada.
—Porque para mí sí es mi hogar —replicó, apoyando la mano sobre su abdomen. Sobre la bandana de metal que lucía el símbolo espiralado.