16/12/2021, 02:06
Invierno del 220
La mañana de invierno sucumbía a un sol extraordinariamente intenso, dando un suspiro a tanto frío infernal. Sería media mañana, o mediodía, pues el sol se mantenía en lo más alto del infinito azul. Las calles de la aldea portaban un intenso fluir de aldeanos, que obviamente aprovechaban ese buen tiempo. Algunos aprovechaban para hacer deporte al aire libre, otros gastaban el tiempo en sus hobbies y otros muchos lo fulminaban simplemente sin hacer nada.
¿Por qué no?
En uno de los parques más centrales, concretamente uno situado un poco al este, Hayato tomaba un poco el aire. Llevaba varios días de trabajos absurdos en baños, retretes e incluso ordenando armarios. Necesitaba un pequeño respiro, y como muchos otros, aprovechaba el sol. El Senju descansaba en un banquillo, observando como en una fuente no muy lejana varios chicos —posiblemente de su edad— jugaban con monedas a un juego peculiar, ese que consistía en lanzar una moneda rodando hasta una pared intentando quedar lo más cerca de ésta.
—¡Tsk! —chasqueó la lengua, quejándose de no poder jugar.
Habían varias razones por las cuales el chico no podía; el Senju era bastante repudiado en Uzu por su mala fama, no se juega con el dinero, y por último —pero no menos importante— NO se juega con el dinero. Había posibilidades de ganar, pero también las había de perder. Y perder monedas en un juego tan absurdo debía ser de lo más lamentable, ¿no?.