16/12/2021, 20:31
«¿¡A Ayame!?» Ayame apenas podía hablar. Daruu tragó saliva y apartó la mirada, incómodo. Si hubiera estado en su lugar, si no hubiera vivido los traumas que él vivió, ¿lo habría aceptado? ¿Le habrían pasado por la cabeza las mismas cosas que a él en ese instante? Se sintió un poco mal. Sintió que aquella oportunidad no era suya, realmente. Pero se la estaban dando. Se la estaban dando, y por eso se sintió todavía peor.
Porque se había preparado mentalmente para rechazar la oferta.
—Me tendrá para siempre, tanto usted como esta villa, Shanise-dono. Pero me temo que no puedo aceptarlo —admitió, con la voz sobrecogida por la pena.
En el fondo, habían sido los ojos de Kōri, y sobretodo, los recuerdos que había vivido junto a aquellos dos. Pero habían muchas cosas más. Cosas que sentía, y que sentía que debía decir.
»Permítame un último acto de rebeldía —dijo, apartándose sin atreverse a mirarla a los ojos y pasando al lado de ella, de camino al balcón donde aguardaba la larga y ancha lengua del demonio que vigilaba la Aldea Oculta de la Lluvia—. Acompáñeme y déjeme ver la aldea desde aquí. Siempre quise verla así con mis propios ojos.
Daruu abrió los ventanales y se dejó empapar por la tormenta, que entró en el despacho con el viento. Caminó hacia adelante y aguardó a Shanise.
»Toda esta gente —dijo—[color=mediumseagreen[, necesita a alguien que la guíe. A mí nunca me ha importado hacer lo que sea por el bien de Amegakure, Shanise-dono. Usted lo sabe. Pero creo que no soy el adecuado. No me gusta llamar la atención. No va conmigo.[/color] —Se dio la vuelta y sonrió—. Amegakure necesita a alguien fuerte, determinada, inteligente y valiente, sí. Pero sobretodo, Amegakure necesita un nexo de unión, un faro que la guíe. Usted tiene muchas de esas cosas, pero tanto usted como yo, y permítame la osadía, intuímos que Yui [b]siempre[/p] será la Tormenta. Fíjese en los rumores que han empezado a correr. Grupos rebeldes de nuevo. En contra de la jinchūriki. ¿Sabe lo que opino yo? Sin Yui, sin Señor Feudal, el juego de tronos es de nuevo un plato dulce.
»La historia de nuestro país estuvo marcada de conflicto y sangre hasta que llegó Yui y se forjó una leyenda. Fíjese en todos ellos, hombres y mujeres valientes, duras, resilientes. —Daruu abrió el brazo izquierdo mostrando con la palma las calles de la aldea—. Tenemos una historia, pero antes de Yui, nuestras mayores y más orgullosas leyendas eran una invención sobre un tipo que murió de un puto catarro.
»Sí, toda la aldea parece más gris que antes. Todo en la vida ha perdido algo de color. Pero Yui finalmente se ha convertido en leyenda. Deberíamos honrarla y convertirla de verdad en una. Unir a la gente bajo una heroína perenne. Amegakure necesita este faro. Amegakure necesita a la Eterna Tormenta. Usted... usted no puede convertirse en la Tormenta, Shanise-dono. Amegakure la necesita como diplomática. ¡Yo apenas aguantaría sentado frente a Aburame Kintsugi! Amegakure la necesita como jefa de guerra y estratega. ¡Llevé a un grupo de hombres hasta Amegakure en linea recta! ¡Usted ideó todo un sistema de defensa completo para las Tres Grandes! ¡Eso es excepcional, no yo!
Daruu bajó el rostro.
»Piénselo, Shanise-dono. Yui quiso que Amegakure tomase las riendas del País, que los ninjas gobernasen... ¿pero estaba pensando en Amegakure cuando decidió llamarse Tormenta y le dejó a usted el despacho...? ¿O simplemente el despacho se le quedaba pequeño?
Volvió a darse la vuelta. Hacia su hogar. Hacia Amegakure. Pero desde allí arriba era cierto que parecía más pequeña.
»¿Sabe lo que pienso? Pienso que Yui se había cansado de dar órdenes. Pienso que Yui tan sólo quería un poco de libertad. Y cuando pienso en lo que yo quería cuando decía que quería ser la Tormenta, pienso en ella. Yui era una mujer de acción, no de palabras. Murió en el campo de batalla, no sentada en un sillón. Murió como siempre quiso vivir. Y eso es lo que nos gustaba a todos. Yui era una leyenda. Solo ella puede ser la Tormenta. Para siempre, Shanise-sama. Creemos esa leyenda. Quédese con el sombrero, gobiérnenos a todos, guíenos como Yui quiso que usted lo hiciera. Y evitemos que Amegakure se convierta de nuevo en un campo de batalla en el futuro asentando su grandeza con el nombre apropiado.
»Mientras, yo seguiré siendo un humilde Hijo de la Tormenta más. Y me convertiré en lo que Yui era para mí. Un ninja fuerte, que protege a los suyos ahí fuera. —Se dio la vuelta hacia Shanise—. Shanise, no dejaré que Ayame, o Kōri, o nadie más muera ahí fuera sin que yo esté para protegerlos. No podría soportar otro Mogura u otro Rōga conmigo mismo sentado aquí sin mover el culo para hacer nada. No me haga esto. Mi sitio está ahí, peleando junto a ellos.
»Soy hijo de Kiroe, pero también hijo de Amekoro Yui, la Eterna Tormenta. Portaré su orgullo y su furia a ese estúpido zorro. Acabaremos con él, todos juntos.
Porque se había preparado mentalmente para rechazar la oferta.
—Me tendrá para siempre, tanto usted como esta villa, Shanise-dono. Pero me temo que no puedo aceptarlo —admitió, con la voz sobrecogida por la pena.
En el fondo, habían sido los ojos de Kōri, y sobretodo, los recuerdos que había vivido junto a aquellos dos. Pero habían muchas cosas más. Cosas que sentía, y que sentía que debía decir.
»Permítame un último acto de rebeldía —dijo, apartándose sin atreverse a mirarla a los ojos y pasando al lado de ella, de camino al balcón donde aguardaba la larga y ancha lengua del demonio que vigilaba la Aldea Oculta de la Lluvia—. Acompáñeme y déjeme ver la aldea desde aquí. Siempre quise verla así con mis propios ojos.
Daruu abrió los ventanales y se dejó empapar por la tormenta, que entró en el despacho con el viento. Caminó hacia adelante y aguardó a Shanise.
»Toda esta gente —dijo—[color=mediumseagreen[, necesita a alguien que la guíe. A mí nunca me ha importado hacer lo que sea por el bien de Amegakure, Shanise-dono. Usted lo sabe. Pero creo que no soy el adecuado. No me gusta llamar la atención. No va conmigo.[/color] —Se dio la vuelta y sonrió—. Amegakure necesita a alguien fuerte, determinada, inteligente y valiente, sí. Pero sobretodo, Amegakure necesita un nexo de unión, un faro que la guíe. Usted tiene muchas de esas cosas, pero tanto usted como yo, y permítame la osadía, intuímos que Yui [b]siempre[/p] será la Tormenta. Fíjese en los rumores que han empezado a correr. Grupos rebeldes de nuevo. En contra de la jinchūriki. ¿Sabe lo que opino yo? Sin Yui, sin Señor Feudal, el juego de tronos es de nuevo un plato dulce.
»La historia de nuestro país estuvo marcada de conflicto y sangre hasta que llegó Yui y se forjó una leyenda. Fíjese en todos ellos, hombres y mujeres valientes, duras, resilientes. —Daruu abrió el brazo izquierdo mostrando con la palma las calles de la aldea—. Tenemos una historia, pero antes de Yui, nuestras mayores y más orgullosas leyendas eran una invención sobre un tipo que murió de un puto catarro.
»Sí, toda la aldea parece más gris que antes. Todo en la vida ha perdido algo de color. Pero Yui finalmente se ha convertido en leyenda. Deberíamos honrarla y convertirla de verdad en una. Unir a la gente bajo una heroína perenne. Amegakure necesita este faro. Amegakure necesita a la Eterna Tormenta. Usted... usted no puede convertirse en la Tormenta, Shanise-dono. Amegakure la necesita como diplomática. ¡Yo apenas aguantaría sentado frente a Aburame Kintsugi! Amegakure la necesita como jefa de guerra y estratega. ¡Llevé a un grupo de hombres hasta Amegakure en linea recta! ¡Usted ideó todo un sistema de defensa completo para las Tres Grandes! ¡Eso es excepcional, no yo!
Daruu bajó el rostro.
»Piénselo, Shanise-dono. Yui quiso que Amegakure tomase las riendas del País, que los ninjas gobernasen... ¿pero estaba pensando en Amegakure cuando decidió llamarse Tormenta y le dejó a usted el despacho...? ¿O simplemente el despacho se le quedaba pequeño?
Volvió a darse la vuelta. Hacia su hogar. Hacia Amegakure. Pero desde allí arriba era cierto que parecía más pequeña.
»¿Sabe lo que pienso? Pienso que Yui se había cansado de dar órdenes. Pienso que Yui tan sólo quería un poco de libertad. Y cuando pienso en lo que yo quería cuando decía que quería ser la Tormenta, pienso en ella. Yui era una mujer de acción, no de palabras. Murió en el campo de batalla, no sentada en un sillón. Murió como siempre quiso vivir. Y eso es lo que nos gustaba a todos. Yui era una leyenda. Solo ella puede ser la Tormenta. Para siempre, Shanise-sama. Creemos esa leyenda. Quédese con el sombrero, gobiérnenos a todos, guíenos como Yui quiso que usted lo hiciera. Y evitemos que Amegakure se convierta de nuevo en un campo de batalla en el futuro asentando su grandeza con el nombre apropiado.
»Mientras, yo seguiré siendo un humilde Hijo de la Tormenta más. Y me convertiré en lo que Yui era para mí. Un ninja fuerte, que protege a los suyos ahí fuera. —Se dio la vuelta hacia Shanise—. Shanise, no dejaré que Ayame, o Kōri, o nadie más muera ahí fuera sin que yo esté para protegerlos. No podría soportar otro Mogura u otro Rōga conmigo mismo sentado aquí sin mover el culo para hacer nada. No me haga esto. Mi sitio está ahí, peleando junto a ellos.
»Soy hijo de Kiroe, pero también hijo de Amekoro Yui, la Eterna Tormenta. Portaré su orgullo y su furia a ese estúpido zorro. Acabaremos con él, todos juntos.