21/12/2021, 19:43
Siete viraba su vista sin demasiada ambición, aunque paulatinamente se centrase en el juego de las monedas, buscando sin demasiado interés cualquier otra distracción. Por suerte o por desgracia, su espera no fue demasiado densa, pues algo de lo más peculiar fue a ocurrir. De a saber dónde, apareció una chica rubia que prácticamente vestía un mono de neopreno y una camisa hawaiana. Si sus pintas eran cuanto menos curiosas —sobre todo dadas las fechas— lo que eclipsaba un poco a su indumentaria era su innovador vehículo. La chica literalmente surcaba con una tabla de surf las leves corrientes de aire, flotando a escasos centímetros del suelo.
«¿De dónde leches sale ésta surfista?»
Y es que la pregunta no era para menos. Hacía un frío de mil narices, y eso que tenían el beneplácito del astro rey en ese día. Pero para colmo, la chica no tuvo mejor idea que pararse cerca de un pequeño puesto, y pedir ni mas ni menos que hielo raspado. Con toda su cara, en pleno invierno y ataviada como si estuviese en verano, va y se compra un granizado. El Senju no daba crédito a lo que veía, era totalmente surrealista. Pudo ver cómo la chica se movilizaba hasta la fuente, donde se sentó una vez aparcada la tabla.
El shinobi tomó la moneda una vez más, y la lanzó al aire.
¡Clink!
¡Tap!
La tomó sobre el dorso de la diestra tapando el resultado con la zurda. «Si sale cara, voy para allá...» Al destapar el resultado, pudo ver que tenía la buena o mala suerte a su favor. El resultado había sido cara. Pero bueno, ese juego en realidad tenía un pequeño problema, sacase lo que sacase, en realidad tenía curiosidad.
Guardó la moneda en el bolsillo de la chaqueta del chándal, y se puso en pie. Poco a poco tomó dirección hacia la chica, pudiendo diferenciar en su coletero algo que venía de calle, que se trataba de una kunoichi. A cada paso que se acercaba hacia la rubia, pudo notar que la temperatura iba aumentando, literalmente. No, no se trataba de sus hormonas, ni de los nervios... era algo distinto. Por un instante miró incluso a los lados, ¿quién había puesto ahí la calefacción?
«¿Y ésto?»
Antes de que se pudiese dar cuenta, no pudo evitar escuchar la queja de la chica, que además lo había dicho alto y claro. El Senju, con las manos en los bolsillos, ya estaba lo suficientemente cerca como para entablar una conversación, o para darse la vuelta y pasar de ella. Quizás estaba de mal humor, o algo... un comentario así no podía venir por amor al arte.
—La verdad es que sí, la gente tiende a odiar y marginar lo que no entiende o ve "normal", lo cuál hace de ella meros idiotas —contestó Siete, compartiendo su experiencia vivida. No sabía si iban por ahí los tiros, o si podía mandarle a freír espárragos uzureños... pero quien no arriesga, no gana.
»Por cierto, esa tabla de surf venía con calefacción, ¿o tuviste que instalarla?
En primera instancia, sería lo más lógico pensar que la tabla usaba algún tipo de modelación del aire para flotar, quizás una manipulación del aire caliente para que flotase. No era del todo disparatado.
«¿De dónde leches sale ésta surfista?»
Y es que la pregunta no era para menos. Hacía un frío de mil narices, y eso que tenían el beneplácito del astro rey en ese día. Pero para colmo, la chica no tuvo mejor idea que pararse cerca de un pequeño puesto, y pedir ni mas ni menos que hielo raspado. Con toda su cara, en pleno invierno y ataviada como si estuviese en verano, va y se compra un granizado. El Senju no daba crédito a lo que veía, era totalmente surrealista. Pudo ver cómo la chica se movilizaba hasta la fuente, donde se sentó una vez aparcada la tabla.
El shinobi tomó la moneda una vez más, y la lanzó al aire.
¡Clink!
¡Tap!
La tomó sobre el dorso de la diestra tapando el resultado con la zurda. «Si sale cara, voy para allá...» Al destapar el resultado, pudo ver que tenía la buena o mala suerte a su favor. El resultado había sido cara. Pero bueno, ese juego en realidad tenía un pequeño problema, sacase lo que sacase, en realidad tenía curiosidad.
Guardó la moneda en el bolsillo de la chaqueta del chándal, y se puso en pie. Poco a poco tomó dirección hacia la chica, pudiendo diferenciar en su coletero algo que venía de calle, que se trataba de una kunoichi. A cada paso que se acercaba hacia la rubia, pudo notar que la temperatura iba aumentando, literalmente. No, no se trataba de sus hormonas, ni de los nervios... era algo distinto. Por un instante miró incluso a los lados, ¿quién había puesto ahí la calefacción?
«¿Y ésto?»
Antes de que se pudiese dar cuenta, no pudo evitar escuchar la queja de la chica, que además lo había dicho alto y claro. El Senju, con las manos en los bolsillos, ya estaba lo suficientemente cerca como para entablar una conversación, o para darse la vuelta y pasar de ella. Quizás estaba de mal humor, o algo... un comentario así no podía venir por amor al arte.
—La verdad es que sí, la gente tiende a odiar y marginar lo que no entiende o ve "normal", lo cuál hace de ella meros idiotas —contestó Siete, compartiendo su experiencia vivida. No sabía si iban por ahí los tiros, o si podía mandarle a freír espárragos uzureños... pero quien no arriesga, no gana.
»Por cierto, esa tabla de surf venía con calefacción, ¿o tuviste que instalarla?
En primera instancia, sería lo más lógico pensar que la tabla usaba algún tipo de modelación del aire para flotar, quizás una manipulación del aire caliente para que flotase. No era del todo disparatado.