5/01/2022, 20:09
(Última modificación: 5/01/2022, 20:10 por Kaminari Chika.)
— Algo me lo dice. Yo también nací con algo distinto. Puedo hacer vapor. Y uno muy ácido.
— Oh, eso suena mucho más amenazador que hacer calor. Te diría que me lo enseñases pero prefiero no causar más destrucción de la necesaria. — le dedicó una leve sonrisa a Suzume mientras le asentía a que le tocase la mano.
Le ofreció su otra mano a la pelirroja pues la morena había cubierto por completo la mano que le había ofrecido a ella.
— ¿Es una técnica? ¿Para mantener el calor ante el frío?
Shiba alzó una ceja.
— No es... exactamente una técnica. No es algo que haga yo, simplemente siempre estoy caliente. Da igual si hace frio o calor. Pero en invierno me han dicho que es especialmente caliente. Cómo yo no puedo sentirlo, tengo que fiarme de lo que cuentan, para mi siempre estoy igual. Sois vosotras las que os sentis diferente.
La kusajin no pudo evitar sonreír al verse en la situación de tener a ambas Amejin cogidas de las manos. Y ahí se quedó, calentando tantas manos como podía con las suyas propias. No fue ella la que interrumpió el momento, sino su estomago gruñendo de nuevo. Se sonrojó levemente y amplió su sonrisa, como excusandose.
— Oh, eso suena mucho más amenazador que hacer calor. Te diría que me lo enseñases pero prefiero no causar más destrucción de la necesaria. — le dedicó una leve sonrisa a Suzume mientras le asentía a que le tocase la mano.
Le ofreció su otra mano a la pelirroja pues la morena había cubierto por completo la mano que le había ofrecido a ella.
— ¿Es una técnica? ¿Para mantener el calor ante el frío?
Shiba alzó una ceja.
— No es... exactamente una técnica. No es algo que haga yo, simplemente siempre estoy caliente. Da igual si hace frio o calor. Pero en invierno me han dicho que es especialmente caliente. Cómo yo no puedo sentirlo, tengo que fiarme de lo que cuentan, para mi siempre estoy igual. Sois vosotras las que os sentis diferente.
La kusajin no pudo evitar sonreír al verse en la situación de tener a ambas Amejin cogidas de las manos. Y ahí se quedó, calentando tantas manos como podía con las suyas propias. No fue ella la que interrumpió el momento, sino su estomago gruñendo de nuevo. Se sonrojó levemente y amplió su sonrisa, como excusandose.