19/01/2022, 13:54
Tras hacer el último recordatorio, la conciencia de Shiba estaba tranquila y su estómago vacío. En cuanto Saki abrió la puerta, Shiba entró. Fue directa al mostrador tras el cual estaba la encargada de recibir a las clientas y llevarlas a su mesa.
La chica en cuestión era morena, con su corta melena recogida en una cola de caballo que le llegaba a los hombros. Su uniforme era sencillo, una camiseta negra, unos pantalones negros y un delantal blanco en la cintura. Además tenía una pequeña libreta y un lápiz en un pequeño bolsillo en la camiseta.
Estaba revisando un libro de cuentas encima del mostrador, pero rápidamente lo dejó al ver a las chicas entrar.
— Buenas noches ¿Cuántas...?
— Tres. — interrumpió Shiba, sin maldad ninguna.
— ¿Prefieren...?
— Mejor en una mesa interior, hace bastante frío fuera.
— Claro, síganme. — aunque se le notaba molesta, en ningún momento cambió el tono de voz.
La camarera cogió tres cartas y las guió hacia el interior del restaurante. Se paró en la primera que encontró vacía y se la señaló al trío, para entonces, Shiba ya se había sentado.
— Pueden sentarse aquí, si les parece bien. Les dejo la carta y...
— De momento traenos tres boles de arroz y tres raciones de ternera. ¿Vienen ya con salsa? Sino traenos salsa, por favor. Y sal.
La camarera aspiró profundamente.
— Y les traigo las bebidas mientras se lo piensan.
La chica hizo tanto hincapié en el inicio de su frase que Shiba se abstuvo de interrumpirla esta vez, entendiendo por la mirada penetrante de la camarera que algo había hecho mal.
— Oh, sí, las bebidas. Yo con agua estoy bien, pero mucha a ser posible. Por favor. — le sonrió inocentemente.
Sin embargo, la sonrisa no pareció alegrar a la chica, que apuntó y se giró a las kunoichi de Amegakure.
Los bancos a cada lado de la mesa eran lo suficientemente grandes para tres personas y Shiba ya se había sentado en uno. Podían comer las tres en el mismo lado de la mesa aunque sería algo extravagante.
La chica en cuestión era morena, con su corta melena recogida en una cola de caballo que le llegaba a los hombros. Su uniforme era sencillo, una camiseta negra, unos pantalones negros y un delantal blanco en la cintura. Además tenía una pequeña libreta y un lápiz en un pequeño bolsillo en la camiseta.
Estaba revisando un libro de cuentas encima del mostrador, pero rápidamente lo dejó al ver a las chicas entrar.
— Buenas noches ¿Cuántas...?
— Tres. — interrumpió Shiba, sin maldad ninguna.
— ¿Prefieren...?
— Mejor en una mesa interior, hace bastante frío fuera.
— Claro, síganme. — aunque se le notaba molesta, en ningún momento cambió el tono de voz.
La camarera cogió tres cartas y las guió hacia el interior del restaurante. Se paró en la primera que encontró vacía y se la señaló al trío, para entonces, Shiba ya se había sentado.
— Pueden sentarse aquí, si les parece bien. Les dejo la carta y...
— De momento traenos tres boles de arroz y tres raciones de ternera. ¿Vienen ya con salsa? Sino traenos salsa, por favor. Y sal.
La camarera aspiró profundamente.
— Y les traigo las bebidas mientras se lo piensan.
La chica hizo tanto hincapié en el inicio de su frase que Shiba se abstuvo de interrumpirla esta vez, entendiendo por la mirada penetrante de la camarera que algo había hecho mal.
— Oh, sí, las bebidas. Yo con agua estoy bien, pero mucha a ser posible. Por favor. — le sonrió inocentemente.
Sin embargo, la sonrisa no pareció alegrar a la chica, que apuntó y se giró a las kunoichi de Amegakure.
Los bancos a cada lado de la mesa eran lo suficientemente grandes para tres personas y Shiba ya se había sentado en uno. Podían comer las tres en el mismo lado de la mesa aunque sería algo extravagante.