7/03/2022, 16:29
—No está crudo, así se come aquí —le respondió el cocinero, con una sonrisa que a Suzaku se le antojó burlona.
Debía de serlo para asegurarle que algo podía comerse cuando claramente apestaba como el vinagre.
—Ll-eva pes..cado, mucho pescado —Se quejaba Natsu. Parecía que los productos autóctonos de la pizza provenían todos del mar. No sería algo extraño, considerando que se encontraban en una ciudad cerca de la costa, pero tampoco parecía que era lo que peor estaba en esa pizza—: ¡¡Oiga, camarero, esto está helado!!
—Y nuestra pizza también se come así, es algo tradicional. Si no les gusta, no lo coman, pero sus pedidos están ya hechos. Tendrán que pagar de todas maneras.
—¿¡Cómo!? —exclamó Suzaku.
—No me comería esto ni que me pagaran. Está bien. —Replicó Meme, sacando su monedero.
Sin embargo, cuando el camarero dejó sobre la mesa la cuenta y los tres shinobi se inclinaron para echarle un ojo, todo color desapareció de sus rostros. Les habían cobrado una especie de servicio de guía hasta el local, una tarifa de servicio por persona y la comida. Ya sólo la parte de Sukazu costaba más que dos kunais.
—Debe haber un error. Todo en esta cuenta tiene al menos dos ceros de más —dijo Meme.
Pero, a juzgar por las risas de los hombres, aquello no era ningún tipo de error.
—No. Tienen razón. No es un error. ¡Es una estafa! —clamó Suzaku, clavando sus ojos en los trabajadores de aquel cuchitril—. ¡¿Dos mil trescientos ryōs por tres platos mal cocinados, fríos y crudos?! ¡¿Habéis perdido la cabeza?! —Suzaku se reincorporó de golpe de su asiento, encarándose directamente con el cocinero—. Escúcheme bien, señor, ¡esto es un auténtico despropósito! ¿Acaso queréis terminar con una demanda contra vuestro local? ¿Es eso lo que queréis?
Debía de serlo para asegurarle que algo podía comerse cuando claramente apestaba como el vinagre.
—Ll-eva pes..cado, mucho pescado —Se quejaba Natsu. Parecía que los productos autóctonos de la pizza provenían todos del mar. No sería algo extraño, considerando que se encontraban en una ciudad cerca de la costa, pero tampoco parecía que era lo que peor estaba en esa pizza—: ¡¡Oiga, camarero, esto está helado!!
—Y nuestra pizza también se come así, es algo tradicional. Si no les gusta, no lo coman, pero sus pedidos están ya hechos. Tendrán que pagar de todas maneras.
—¿¡Cómo!? —exclamó Suzaku.
—No me comería esto ni que me pagaran. Está bien. —Replicó Meme, sacando su monedero.
Sin embargo, cuando el camarero dejó sobre la mesa la cuenta y los tres shinobi se inclinaron para echarle un ojo, todo color desapareció de sus rostros. Les habían cobrado una especie de servicio de guía hasta el local, una tarifa de servicio por persona y la comida. Ya sólo la parte de Sukazu costaba más que dos kunais.
—Debe haber un error. Todo en esta cuenta tiene al menos dos ceros de más —dijo Meme.
Pero, a juzgar por las risas de los hombres, aquello no era ningún tipo de error.
—No. Tienen razón. No es un error. ¡Es una estafa! —clamó Suzaku, clavando sus ojos en los trabajadores de aquel cuchitril—. ¡¿Dos mil trescientos ryōs por tres platos mal cocinados, fríos y crudos?! ¡¿Habéis perdido la cabeza?! —Suzaku se reincorporó de golpe de su asiento, encarándose directamente con el cocinero—. Escúcheme bien, señor, ¡esto es un auténtico despropósito! ¿Acaso queréis terminar con una demanda contra vuestro local? ¿Es eso lo que queréis?