17/03/2022, 00:15
—¿¡Estafa!? —replicó el cocinero. Aunque aquella indignación de la que hacía gala se notaba a la legua que estaba fingida—. Vienen a mi establecimiento, piden comida sin preguntar precio, se les prepara y sirve dicha comida y... ¡y tienen el descaro de querer irse sin pagar! A mí se me hace que son ustedes los que serían demandados.
Los otros dos hombres que le acompañaban se rieron. A Suzaku no le pasó por alto que la mujer que les había guiado hasta allí estaba guardando la puerta, con los brazos cruzados.
—Activa el Sharingan, Suzaku, necesitamos todos los ojos posibles. También contamos contigo, Meme-san —espetó su compañero de aldea.
Suzaku se volvió hacia él, alarmada. Natsu no sólo había tenido la desfachatez de anunciarse como miembro del Clan Uchiha, sino que no había dudado ni un instante en mostrar sus peculiares ojos del color de la sangre. Pero Suzaku no seguiría sus pasos. Su hermana ya le había advertido en más de una ocasión sobre el doble filo que suponía ser una portadora de dōjutsu, y no estaba dispuesta a arriesgarse a terminar en un mercado de órganos de mala muerte a la primera de cambio. Por eso, dirigió de nuevo su mirada hacia aquellos tipos, con los iris tan oscuros como un brasero de carbón. Natsu, por su parte, se levantó dando una sonora palmada en la mesa. La silla salió despedida hacia atrás de forma irremediable.
—Creo que no has entendido cómo está la situación —habló Natsu, clavando sus ojos en los encargados de aquel lugar que se hacía llamar "restaurante"—. Lo que va a pasar ahora es lo siguiente: vais a abrir la puerta y nosotros nos vamos a ir sin pagar.
«Algo me dice que no va a ser tan simple.» Pensó Suzaku.
—De hecho... te sugeriría que te pensases muy bien tu respuesta. Las cosas se podrían a llegar a poner muy feas en caso de una respuesta incorrecta.
—Oh, creo que eres tú quien no ha entendido, niño. Lo que va a pasar es que van a pagar por las buenas. O por las malas —agregó el cocinero, sacando desde su parte trasera un enorme cuchillo de carnicero. Sus dos acompañantes le imitaron: uno con un cuchillo largo, apropiado para carnes, y el otro con dos cuchillos más pequeños.
—La ropa de la niña se ve costosa, tal vez cubra una parte de la cuenta —añadió la supuesta guía desde la puerta.
Suzaku se volvió hacia ella echando chispas por los ojos, pero pronto se dio cuenta de que no era a ella a quien se refería. De hecho Meme, lejos de achantarse, exhibió con aún más ganas su extraño atuendo con vida propia.
—Oh, claro. Podría comprar diez de este edificio con Suiken.
Aquello fue suficiente para que los tres hombres la miraran como si acabaran de ver un diamante en bruto.
«Y por eso es porque no debes exhibir tu Sharingan a la primera, bobo.» Los pensamientos de Suzaku se dirigían a Natsu, concretamente.
—¡Última oportunidad! ¿Pagarán? —El cocinero alzó su cuchillo—. ¿O pagarán?
Suzaku se adelantó.
—Se nos prometió una comida deliciosa —habló, apretando las mandíbulas—. Hecha con ingredientes de la mejor calidad —Suzaku tomó el plato de miso que le habían servido a Meme. Lo frío que estaba era casi insultante—. ¡Preparados por cocineros de lo más capacitados! ¡¡Y nos traen estas bazofias por las que nos quieren cobrar más de lo que costarían tres shuriken!! —Suzaku arrojó el plato directo a la cara del cocinero. Si no daba en el blanco, al menos esperaba que quedara empapado de los pies a la cabeza por aquella asquerosa sopa. Justo después entrelazó las manos en tres sellos, moldeó el fuego en el centro de su pecho y sopló sobre su diestra una pluma de fuego que ondeó brillante en el aire—. ¡Sí, esto es una estafa! ¡Y si no nos dejan salir ahora mismo, yo misma me aseguraré de que esa sopa tenga la temperatura que debía tener! ¡Porque pienso reducir todo este local a cenizas!
Los otros dos hombres que le acompañaban se rieron. A Suzaku no le pasó por alto que la mujer que les había guiado hasta allí estaba guardando la puerta, con los brazos cruzados.
—Activa el Sharingan, Suzaku, necesitamos todos los ojos posibles. También contamos contigo, Meme-san —espetó su compañero de aldea.
Suzaku se volvió hacia él, alarmada. Natsu no sólo había tenido la desfachatez de anunciarse como miembro del Clan Uchiha, sino que no había dudado ni un instante en mostrar sus peculiares ojos del color de la sangre. Pero Suzaku no seguiría sus pasos. Su hermana ya le había advertido en más de una ocasión sobre el doble filo que suponía ser una portadora de dōjutsu, y no estaba dispuesta a arriesgarse a terminar en un mercado de órganos de mala muerte a la primera de cambio. Por eso, dirigió de nuevo su mirada hacia aquellos tipos, con los iris tan oscuros como un brasero de carbón. Natsu, por su parte, se levantó dando una sonora palmada en la mesa. La silla salió despedida hacia atrás de forma irremediable.
—Creo que no has entendido cómo está la situación —habló Natsu, clavando sus ojos en los encargados de aquel lugar que se hacía llamar "restaurante"—. Lo que va a pasar ahora es lo siguiente: vais a abrir la puerta y nosotros nos vamos a ir sin pagar.
«Algo me dice que no va a ser tan simple.» Pensó Suzaku.
—De hecho... te sugeriría que te pensases muy bien tu respuesta. Las cosas se podrían a llegar a poner muy feas en caso de una respuesta incorrecta.
—Oh, creo que eres tú quien no ha entendido, niño. Lo que va a pasar es que van a pagar por las buenas. O por las malas —agregó el cocinero, sacando desde su parte trasera un enorme cuchillo de carnicero. Sus dos acompañantes le imitaron: uno con un cuchillo largo, apropiado para carnes, y el otro con dos cuchillos más pequeños.
—La ropa de la niña se ve costosa, tal vez cubra una parte de la cuenta —añadió la supuesta guía desde la puerta.
Suzaku se volvió hacia ella echando chispas por los ojos, pero pronto se dio cuenta de que no era a ella a quien se refería. De hecho Meme, lejos de achantarse, exhibió con aún más ganas su extraño atuendo con vida propia.
—Oh, claro. Podría comprar diez de este edificio con Suiken.
Aquello fue suficiente para que los tres hombres la miraran como si acabaran de ver un diamante en bruto.
«Y por eso es porque no debes exhibir tu Sharingan a la primera, bobo.» Los pensamientos de Suzaku se dirigían a Natsu, concretamente.
—¡Última oportunidad! ¿Pagarán? —El cocinero alzó su cuchillo—. ¿O pagarán?
Suzaku se adelantó.
—Se nos prometió una comida deliciosa —habló, apretando las mandíbulas—. Hecha con ingredientes de la mejor calidad —Suzaku tomó el plato de miso que le habían servido a Meme. Lo frío que estaba era casi insultante—. ¡Preparados por cocineros de lo más capacitados! ¡¡Y nos traen estas bazofias por las que nos quieren cobrar más de lo que costarían tres shuriken!! —Suzaku arrojó el plato directo a la cara del cocinero. Si no daba en el blanco, al menos esperaba que quedara empapado de los pies a la cabeza por aquella asquerosa sopa. Justo después entrelazó las manos en tres sellos, moldeó el fuego en el centro de su pecho y sopló sobre su diestra una pluma de fuego que ondeó brillante en el aire—. ¡Sí, esto es una estafa! ¡Y si no nos dejan salir ahora mismo, yo misma me aseguraré de que esa sopa tenga la temperatura que debía tener! ¡Porque pienso reducir todo este local a cenizas!