3/02/2016, 21:59
Y así fue.
Tal y como había planeado, los dos shuriken tensaron el hilo que los unía en torno a las piernas de Haruto, atándolo. En mitad del aire como estaba, el chico no pudo hacer nada por evitarlo, y terminó cayendo de mala manera en el hueco que quedaba entre los dos pilares de partida. Ayame ahogó un gesto de dolor compasivo cuando el cuerpo de su oponente dio con el suelo, levantando una nube de polvo y arena a su paso. Sin embargo, no podía bajar la guardia en aquel crucial momento, por lo que levantó las manos para realizar la técnica que debería rematarlo allí mismo, mientras estuviera ocupado deshaciéndose de las ataduras.
—¿Eh?
Sin embargo, se detuvo a medio camino. Los segundos pasaban, y Haruto seguía tumbado en el suelo. No hacía ningún movimiento que indicara que se fuera a levantar de un momento a otro. De hecho, ni siquiera se movía un ápice.
El público comenzó a murmurar alrededor.
La visión del cuerpo de Haruto se traslocó con la del un cuerpo ensangrentado tirado en mitad de un bosque en llamas.
«¿Lo he matado?» Se preguntó Ayame, con un débil jadeo. Y al pensar en aquella posibilidad, todo a su alrededor giró bruscamente y se sumió momentáneamente en las tinieblas. Por un momento se sintió desfallecer. Tenía frío. Le temblaban las manos con violencia. ¿Le había matado? Debería bajar y...
Pero alguien se le había adelantado. Una persona enfundada en una capa y con el rostro oculto tras una máscara había aparecido súbitamente en el estadio. Agachado como estaba junto al cuerpo del shinobi de Takigakure, posó los dedos índice y corazón sobre su arteria carótida. Estaba tomando sus constantes vitales.
«No puedo haberlo matado... No puedo...» El corazón le retumbaba en las sienes con un furioso ritmo de tambor.
Aquellos breves segundos se transformaron en horas para ella, y entonces...
—¡HAYASHI HARUTO HA CAÍDO! —la misma voz que los había llamado a combatir intervino entonces, y Ayame sintió que el alma se le caía a los pies. Pero...—. ¡¡¡AOTSUKI AYAME PASA A LA SIGUIENTE RONDA!!!
Durante un instante se quedó paralizada. Trataba de asimilar lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero todo iba demasiado deprisa para que pudiera hacerlo. Había pasado de ronda. Eso quería decir que Haruto no estaba muerto. ¡Y eso significaba que ella había vencido!
Suspiró, profundamente aliviada. Una buena parte del público prorrumpió en aplausos, aunque los vítores fueron más bien escasos. Estaba claro que aquel público se alegraba de que hubiese sido ella quien había pasado la ronda, pero no aclamaban un combate épico y digno de ver para ellos.
«La verdad es que ha sido fácil... Demasiado fácil... ¿Serán así todos los shinobi de Takigakure?»
Realizó una escueta reverencia de despedida, y se dio media vuelta para volver a su sitio original.
Nuevamente, ninguna muestra de respeto hacia los Kage.
Tal y como había planeado, los dos shuriken tensaron el hilo que los unía en torno a las piernas de Haruto, atándolo. En mitad del aire como estaba, el chico no pudo hacer nada por evitarlo, y terminó cayendo de mala manera en el hueco que quedaba entre los dos pilares de partida. Ayame ahogó un gesto de dolor compasivo cuando el cuerpo de su oponente dio con el suelo, levantando una nube de polvo y arena a su paso. Sin embargo, no podía bajar la guardia en aquel crucial momento, por lo que levantó las manos para realizar la técnica que debería rematarlo allí mismo, mientras estuviera ocupado deshaciéndose de las ataduras.
—¿Eh?
Sin embargo, se detuvo a medio camino. Los segundos pasaban, y Haruto seguía tumbado en el suelo. No hacía ningún movimiento que indicara que se fuera a levantar de un momento a otro. De hecho, ni siquiera se movía un ápice.
El público comenzó a murmurar alrededor.
La visión del cuerpo de Haruto se traslocó con la del un cuerpo ensangrentado tirado en mitad de un bosque en llamas.
«¿Lo he matado?» Se preguntó Ayame, con un débil jadeo. Y al pensar en aquella posibilidad, todo a su alrededor giró bruscamente y se sumió momentáneamente en las tinieblas. Por un momento se sintió desfallecer. Tenía frío. Le temblaban las manos con violencia. ¿Le había matado? Debería bajar y...
Pero alguien se le había adelantado. Una persona enfundada en una capa y con el rostro oculto tras una máscara había aparecido súbitamente en el estadio. Agachado como estaba junto al cuerpo del shinobi de Takigakure, posó los dedos índice y corazón sobre su arteria carótida. Estaba tomando sus constantes vitales.
«No puedo haberlo matado... No puedo...» El corazón le retumbaba en las sienes con un furioso ritmo de tambor.
Aquellos breves segundos se transformaron en horas para ella, y entonces...
—¡HAYASHI HARUTO HA CAÍDO! —la misma voz que los había llamado a combatir intervino entonces, y Ayame sintió que el alma se le caía a los pies. Pero...—. ¡¡¡AOTSUKI AYAME PASA A LA SIGUIENTE RONDA!!!
Durante un instante se quedó paralizada. Trataba de asimilar lo que estaba sucediendo a su alrededor, pero todo iba demasiado deprisa para que pudiera hacerlo. Había pasado de ronda. Eso quería decir que Haruto no estaba muerto. ¡Y eso significaba que ella había vencido!
Suspiró, profundamente aliviada. Una buena parte del público prorrumpió en aplausos, aunque los vítores fueron más bien escasos. Estaba claro que aquel público se alegraba de que hubiese sido ella quien había pasado la ronda, pero no aclamaban un combate épico y digno de ver para ellos.
«La verdad es que ha sido fácil... Demasiado fácil... ¿Serán así todos los shinobi de Takigakure?»
Realizó una escueta reverencia de despedida, y se dio media vuelta para volver a su sitio original.
Nuevamente, ninguna muestra de respeto hacia los Kage.