13/04/2022, 06:17
Las horas pasaron, y en lo que Tres y los participantes del plan llegaban, Siete y Komo ofrecieron amigablemente a los clientes del local a que fuesen a sus casas. Anunciaron que era el fin de la mercancía, y del local para ese propósito. Momori Kuzogane había sentenciado que toda la droga pasaría a estar en un local llamado "La quintaesencia", en Yamiria. No era verdad, pero la convertirían en un hecho, al menos por unos días.
Para cuando quisieron darse cuenta, el local estaba casi vacío. La única excepción a ello eran las dos camareras, los dos camareros del piso superior, Komo y Siete. Entre tanto, Hayato se tomó la libertad de ordenar que limpiasen un poco el sitio. Anunció a sus trabajadores que iban a haber cambios, grandes cambios, y todos ellos se lo tomaron bastante a bien. Después de todo, lidiar con adictos no era tan cómodo como podía ser otra cosa. Ya fuesen bebidas, juegos o apuestas, seguro los clientes iban a ser mejor cosa que hasta el momento. Al menos así pensaban la mayoría de los empleados, cosa que no era de extrañar.
—¡Ya estaaaamos aquí! —Anunció Tres nada más entrar por la puerta.
»Vaya gusto... ya casi no hay humo. ¿Todos los clientes están fuera?
—¡Yay! ¡Si, hermana!.
Con sigo misma traía a nueve amigos de Komo, conocidos también de ella. Todos eran miembros del gimnasio que frecuentaba el empleado, y siempre se habían ofrecido a trabajar para el local cuando había sido necesario. Sobra destacar que todos tenían una gran musculatura, era algo lógico y necesario para llevar a cabo parte del plan: el transporte de la droga.
—Ya podemos ponernos a currar. El tiempo es oro.
—Si tío. Ya les he ido explicando el tema por el camino, todo el rollo de como va la movida y eso. Así que manos al tema.
—¡Perfe!. —Contestó Siete. —Por aquí, gente.
Hayato fue el primero en pasear por el local, hasta llegar al final del mismo, donde unas escaleras de caracol daban al segundo piso. Tras subir, recorrieron el antro hasta llegar al fondo, donde había un enorme trastero, que servía de almacén desde hacía mucho tiempo. Obviamente, era allí donde tenían toda la droga almacenada, así como otro tipo de suministros: bebidas, tabaco, algo de comida no perecedera...
Habían un total de diez sacos de opio. Era una cantidad ingente, pero también es verdad que esa cantidad de droga solía desaparecer en apenas una semana del local. Quizás tenían demasiados consumidores, o simplemente éstos consumidores se drogaban demasiado. Fuese como fuese, era toda una coincidencia —O no.— que también habían diez hombres para transportarla, contando con Komo. Siete se aproximó hasta uno de los sacos, e intentó en un vano esfuerzo de tomarlo para arrastrarlo hasta uno de los hombres que iban a hacer el trabajo. Obviamente no pudo, pesaba como diez toneladas para él.
—Deberías venir también al gimnasio con nosotros, Siete. JIA JIA JIA JIA. —Se atrevió a bromear Komo.
—Algún día, algún día —Contestó el Senju. —Bueno, aquí está la mercancía. Ya sabéis que hacer, ¿no?.
—Todo controlado, Siete. —Contestaron todos, casi al unísono.
—Estupendo.
Siete se apartó un poco, y dejó que todos pasasen y fuesen cogiendo un saco cada uno. Éstos, muy al contrarios que él, pudieron levantar los sacos casi sin esfuerzo. A manos de éstos tipos, los sacos casi parecían cargados de gomaespuma, o de plumas de ave. Para cuando todos tuvieron entre manos un saco, salieron del propio almacén, el cuál cerraría de nuevo Hayato. Poco más tarde, y con las ordenes bien claras, los diez trabajadores salieron del local, dispuestos a colocar la mercancía como había de ser colocada. Pasarían por varias manos, pasarían bajo varios nombres, nuevamente serían rebautizadas de dueños, un buen dinero hablaría por ella, y finalmente... acabarían parando en el almacén de la quintaesencia, uno de los locales menos queridos y visitados del padrastro de Hayato.
Entre tanto, Tres y Siete anduvieron dando vueltas por el local. Abrieron todas las ventanas, y dejaron que los restos de humo se fuesen, dejando al sitio respirar un poco de aire fresco. El lugar había vivido mucho tiempo a la sombra, con las ventanas siempre cerradas, y con una acumulación de olores y manchas que para nada eran livianas.
—Bueno, y también quiero hacer de ésta sala —Dijo Siete a Tres, refiriéndose al piso superior. —una especie de auditorio, una sala de conciertos. Aunque más bien en plan fiestas, en plan música en vivo a tope y ese rollo. Con cañones de espuma, y que mole un cojón y medio venir hasta aquí. Que merezca la pena haber vivido una fiesta de las que se monten aquí, vamos.
—Pues si tu decides la reforma de arriba, yo reformo lo de abajo. Eso está claro, Siete.
—No veo problema.
—Abajo pienso ponerlo más chick, más a la moda. Sillones de cuero, mesas por cada tres o cuatro sillones, y una barra más amplia y con muchas bebidas y cocteles. Ah, y también quiero meter cachimbas en el tema, que están muy de moda.
Hayato arqueó la ceja, ¿Tres había estado en su reunión con Datsue? ¿o era mera coincidencia?. —Lo veo genial, tiene buena pinta. Además, los que estén en el piso de abajo podrán escuchar también la música en lo que disfrutan de la comodidad de los sillones.
—Si señor. Si nos lo montamos bien, puede que no tengamos tantas pérdidas en los próximos meses.
Eso de no tener pérdidas en los siguientes meses, era algo que nadie podía asegurar. Es más, ya ambos Habían asumido que podían llegar incluso al punto de tener que vender el local, puesto que el beneficio del anterior uso era difícil de alcanzar. Pero ya que se ponían a ello, iban a echarle ganas. Aunque obviamente, sería Tres nuevamente quien cargaría con la mayor parte de la reforma. Pero bueno, por algo también era la que tenía consigo el 70% de los beneficios, en comparación al 30% de Hayato.
—¿Y está de acuerdo ese jefe nuevo tuyo de lo que vamos a hacer con la mercancía y los clientes? —Preguntó Tres.
—Se lo diré más adelante. Ahora mismo, no tenemos mucha confianza, y quizás se lo toma un poco a mal.
La rubia se encogió de hombros. —Bueno, tu mismo...
»Bueno, vamos a ponernos al lío, que cuanto más tiempo perdamos poniendo a tono el local, más pérdidas tenemos.
Era imposible llevarle la contraria a la chica, tenía toda la razón, y más. Así pues, entre los seis allí presentes, se pusieron a darle un primer limpiado a fondo al local. Ese sería el punto de partida, el inicio a una gran serie de cambios. En los días venideros ya seguirían la re-estructuración del local: colocar la oficina arriba; así como los cambios que ya habían decidido.
Era un pequeño gran cambio, que quizás en un futuro incluso le diese un respiro a la mala fama del Senju. Pero en realidad, eso era algo que solo el tiempo revelaría, pues la mala fama ya la tenía... y siempre es más fácil ver las cosas malas, que las buenas.
Para cuando quisieron darse cuenta, el local estaba casi vacío. La única excepción a ello eran las dos camareras, los dos camareros del piso superior, Komo y Siete. Entre tanto, Hayato se tomó la libertad de ordenar que limpiasen un poco el sitio. Anunció a sus trabajadores que iban a haber cambios, grandes cambios, y todos ellos se lo tomaron bastante a bien. Después de todo, lidiar con adictos no era tan cómodo como podía ser otra cosa. Ya fuesen bebidas, juegos o apuestas, seguro los clientes iban a ser mejor cosa que hasta el momento. Al menos así pensaban la mayoría de los empleados, cosa que no era de extrañar.
—¡Ya estaaaamos aquí! —Anunció Tres nada más entrar por la puerta.
»Vaya gusto... ya casi no hay humo. ¿Todos los clientes están fuera?
—¡Yay! ¡Si, hermana!.
Con sigo misma traía a nueve amigos de Komo, conocidos también de ella. Todos eran miembros del gimnasio que frecuentaba el empleado, y siempre se habían ofrecido a trabajar para el local cuando había sido necesario. Sobra destacar que todos tenían una gran musculatura, era algo lógico y necesario para llevar a cabo parte del plan: el transporte de la droga.
—Ya podemos ponernos a currar. El tiempo es oro.
—Si tío. Ya les he ido explicando el tema por el camino, todo el rollo de como va la movida y eso. Así que manos al tema.
—¡Perfe!. —Contestó Siete. —Por aquí, gente.
Hayato fue el primero en pasear por el local, hasta llegar al final del mismo, donde unas escaleras de caracol daban al segundo piso. Tras subir, recorrieron el antro hasta llegar al fondo, donde había un enorme trastero, que servía de almacén desde hacía mucho tiempo. Obviamente, era allí donde tenían toda la droga almacenada, así como otro tipo de suministros: bebidas, tabaco, algo de comida no perecedera...
Habían un total de diez sacos de opio. Era una cantidad ingente, pero también es verdad que esa cantidad de droga solía desaparecer en apenas una semana del local. Quizás tenían demasiados consumidores, o simplemente éstos consumidores se drogaban demasiado. Fuese como fuese, era toda una coincidencia —O no.— que también habían diez hombres para transportarla, contando con Komo. Siete se aproximó hasta uno de los sacos, e intentó en un vano esfuerzo de tomarlo para arrastrarlo hasta uno de los hombres que iban a hacer el trabajo. Obviamente no pudo, pesaba como diez toneladas para él.
—Deberías venir también al gimnasio con nosotros, Siete. JIA JIA JIA JIA. —Se atrevió a bromear Komo.
—Algún día, algún día —Contestó el Senju. —Bueno, aquí está la mercancía. Ya sabéis que hacer, ¿no?.
—Todo controlado, Siete. —Contestaron todos, casi al unísono.
—Estupendo.
Siete se apartó un poco, y dejó que todos pasasen y fuesen cogiendo un saco cada uno. Éstos, muy al contrarios que él, pudieron levantar los sacos casi sin esfuerzo. A manos de éstos tipos, los sacos casi parecían cargados de gomaespuma, o de plumas de ave. Para cuando todos tuvieron entre manos un saco, salieron del propio almacén, el cuál cerraría de nuevo Hayato. Poco más tarde, y con las ordenes bien claras, los diez trabajadores salieron del local, dispuestos a colocar la mercancía como había de ser colocada. Pasarían por varias manos, pasarían bajo varios nombres, nuevamente serían rebautizadas de dueños, un buen dinero hablaría por ella, y finalmente... acabarían parando en el almacén de la quintaesencia, uno de los locales menos queridos y visitados del padrastro de Hayato.
Entre tanto, Tres y Siete anduvieron dando vueltas por el local. Abrieron todas las ventanas, y dejaron que los restos de humo se fuesen, dejando al sitio respirar un poco de aire fresco. El lugar había vivido mucho tiempo a la sombra, con las ventanas siempre cerradas, y con una acumulación de olores y manchas que para nada eran livianas.
—Bueno, y también quiero hacer de ésta sala —Dijo Siete a Tres, refiriéndose al piso superior. —una especie de auditorio, una sala de conciertos. Aunque más bien en plan fiestas, en plan música en vivo a tope y ese rollo. Con cañones de espuma, y que mole un cojón y medio venir hasta aquí. Que merezca la pena haber vivido una fiesta de las que se monten aquí, vamos.
—Pues si tu decides la reforma de arriba, yo reformo lo de abajo. Eso está claro, Siete.
—No veo problema.
—Abajo pienso ponerlo más chick, más a la moda. Sillones de cuero, mesas por cada tres o cuatro sillones, y una barra más amplia y con muchas bebidas y cocteles. Ah, y también quiero meter cachimbas en el tema, que están muy de moda.
Hayato arqueó la ceja, ¿Tres había estado en su reunión con Datsue? ¿o era mera coincidencia?. —Lo veo genial, tiene buena pinta. Además, los que estén en el piso de abajo podrán escuchar también la música en lo que disfrutan de la comodidad de los sillones.
—Si señor. Si nos lo montamos bien, puede que no tengamos tantas pérdidas en los próximos meses.
Eso de no tener pérdidas en los siguientes meses, era algo que nadie podía asegurar. Es más, ya ambos Habían asumido que podían llegar incluso al punto de tener que vender el local, puesto que el beneficio del anterior uso era difícil de alcanzar. Pero ya que se ponían a ello, iban a echarle ganas. Aunque obviamente, sería Tres nuevamente quien cargaría con la mayor parte de la reforma. Pero bueno, por algo también era la que tenía consigo el 70% de los beneficios, en comparación al 30% de Hayato.
—¿Y está de acuerdo ese jefe nuevo tuyo de lo que vamos a hacer con la mercancía y los clientes? —Preguntó Tres.
—Se lo diré más adelante. Ahora mismo, no tenemos mucha confianza, y quizás se lo toma un poco a mal.
La rubia se encogió de hombros. —Bueno, tu mismo...
»Bueno, vamos a ponernos al lío, que cuanto más tiempo perdamos poniendo a tono el local, más pérdidas tenemos.
Era imposible llevarle la contraria a la chica, tenía toda la razón, y más. Así pues, entre los seis allí presentes, se pusieron a darle un primer limpiado a fondo al local. Ese sería el punto de partida, el inicio a una gran serie de cambios. En los días venideros ya seguirían la re-estructuración del local: colocar la oficina arriba; así como los cambios que ya habían decidido.
Era un pequeño gran cambio, que quizás en un futuro incluso le diese un respiro a la mala fama del Senju. Pero en realidad, eso era algo que solo el tiempo revelaría, pues la mala fama ya la tenía... y siempre es más fácil ver las cosas malas, que las buenas.