10/02/2016, 00:38
(Última modificación: 10/02/2016, 00:40 por Hanamura Kazuma.)
La primavera siempre resultaba una época agradable para viajar. Los caminos se encontraban en su estado más transitable y el clima era más templado y predecible. Aunque el salir del país de la espiral y viajar hacia el noroeste resultaba un poco desafiante para quienes tenían problemas para aclimatarse. Kazuma disfrutaba aquel viaje a caballo y la casi permanente compañía de los campos y árboles floridos, y el cantar de cientos de aves que amenizaban el recorrido.
—El paisaje de Kuni no Mori es mucho más agreste y exuberante que el de mi hogar, pero aun así... —Estaba acostumbrado a los muchos cerezos de su villa, en donde eran algo común. Pero en el extranjero demostraron ser una rareza, puesto que si en el país del bosque eran escasos, a pesar de su gran diversidad vegetal, era poco probable encontrarlos en mayor cantidad en otros lugares del mundo.
Ya encontrándose cerca de su destino decidió parar por un rato, para descansar y dar de beber al animal. Era una criatura formidable; cuerpo pequeño pero musculoso y con aptitud para andar por los terrenos desiguales y adaptarse a los cambios climáticos entre regiones. Un caballo de viaje ideal para alguien ocupado como él. Resultaba bastante tranquilo y las atenciones que requería eran pocas.
—Necesito que entregues una carta a un conocido mío en la ciudad fronteriza entre el bosque y la cascada —recordaba las palabras de su maestro mientras descansaba su espalda en un árbol al lado del camino—. Su nombre es Iwaketsu Yarō , es un sujeto difícil de tratar y puede que no le guste lo tengo que decirle —aquello le hacía cierta gracia al Ishimura, pues cuando el anciano decía que trataría con solo un conocido siempre resultaba ser alguien problemático. Ahora que él mismo lo considerara alguien intransigente ya era decir bastante—. Asegúrate de entregar la propuesta y de traer su respuesta. Lo demás lo dejo a tu discreción.
El animal se acercó hasta él para lamerle el rostro, asegurándose de que no se quedará dormido en un lugar como aquel. Aunque aún seguía un poco inquieto, y pronto supo porque. Resultaba que un poco más adelante en el camino había un árbol de melocotones, bien cargado, aunque estaban un poco altos. Pero Kazuma no pudo resistirse a la mirada suplicante de su inteligente corcel. Bajo suficientes como para llenar su bolsa y tener para unos días. Luego de dar de beber a su montura y compartir la dulce fruta con ella, se puso en marcha.
«Así que esta es la ciudad fronteriza —pensó mientras divisaba el muro que separaba un país del otro—. Mas que nada parece un destacamento territorial.»
En cuanto estuvo en la entrada procedió con el cacheo de rutina. Al principio esperaba que los guardias trataran de pasarse de listos con un niño extranjero que portaba una bolsa con dinero y una yegua cara. Pero cuando se acercaron, la brillante bandana, con una espiral grabada en ella, y la katana en su espalda parecieron infundir un poco de respeto en ellos. Aunque seguían viéndose un poco desconfiados.
Una vez pasado el control, y estando en el interior del pueblo, no pudo evitar sentir la necesidad de dar un buen recorrido antes de proceder con su encargo. Tomó las riendas de la criatura, a la cual irónicamente decidió llamar “Momo”, y se dispuso a caminar hacia el centro del poblado en busca de algo que le llamara la atención.
«La sensación de viajar en solitario y conocer un lugar nuevo siempre me recuerda al primer viaje que hice luego de graduarme… —empezó a recordar con cierta nostalgia—. Ahora que lo pienso estamos en Caída de pétalo, así que fue hace poco más de una año que me convertí en genin. Han pasado tantas cosas...»
—El paisaje de Kuni no Mori es mucho más agreste y exuberante que el de mi hogar, pero aun así... —Estaba acostumbrado a los muchos cerezos de su villa, en donde eran algo común. Pero en el extranjero demostraron ser una rareza, puesto que si en el país del bosque eran escasos, a pesar de su gran diversidad vegetal, era poco probable encontrarlos en mayor cantidad en otros lugares del mundo.
Ya encontrándose cerca de su destino decidió parar por un rato, para descansar y dar de beber al animal. Era una criatura formidable; cuerpo pequeño pero musculoso y con aptitud para andar por los terrenos desiguales y adaptarse a los cambios climáticos entre regiones. Un caballo de viaje ideal para alguien ocupado como él. Resultaba bastante tranquilo y las atenciones que requería eran pocas.
—Necesito que entregues una carta a un conocido mío en la ciudad fronteriza entre el bosque y la cascada —recordaba las palabras de su maestro mientras descansaba su espalda en un árbol al lado del camino—. Su nombre es Iwaketsu Yarō , es un sujeto difícil de tratar y puede que no le guste lo tengo que decirle —aquello le hacía cierta gracia al Ishimura, pues cuando el anciano decía que trataría con solo un conocido siempre resultaba ser alguien problemático. Ahora que él mismo lo considerara alguien intransigente ya era decir bastante—. Asegúrate de entregar la propuesta y de traer su respuesta. Lo demás lo dejo a tu discreción.
El animal se acercó hasta él para lamerle el rostro, asegurándose de que no se quedará dormido en un lugar como aquel. Aunque aún seguía un poco inquieto, y pronto supo porque. Resultaba que un poco más adelante en el camino había un árbol de melocotones, bien cargado, aunque estaban un poco altos. Pero Kazuma no pudo resistirse a la mirada suplicante de su inteligente corcel. Bajo suficientes como para llenar su bolsa y tener para unos días. Luego de dar de beber a su montura y compartir la dulce fruta con ella, se puso en marcha.
«Así que esta es la ciudad fronteriza —pensó mientras divisaba el muro que separaba un país del otro—. Mas que nada parece un destacamento territorial.»
En cuanto estuvo en la entrada procedió con el cacheo de rutina. Al principio esperaba que los guardias trataran de pasarse de listos con un niño extranjero que portaba una bolsa con dinero y una yegua cara. Pero cuando se acercaron, la brillante bandana, con una espiral grabada en ella, y la katana en su espalda parecieron infundir un poco de respeto en ellos. Aunque seguían viéndose un poco desconfiados.
Una vez pasado el control, y estando en el interior del pueblo, no pudo evitar sentir la necesidad de dar un buen recorrido antes de proceder con su encargo. Tomó las riendas de la criatura, a la cual irónicamente decidió llamar “Momo”, y se dispuso a caminar hacia el centro del poblado en busca de algo que le llamara la atención.
«La sensación de viajar en solitario y conocer un lugar nuevo siempre me recuerda al primer viaje que hice luego de graduarme… —empezó a recordar con cierta nostalgia—. Ahora que lo pienso estamos en Caída de pétalo, así que fue hace poco más de una año que me convertí en genin. Han pasado tantas cosas...»
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)