16/05/2022, 18:47
Como todas las personas del universo, en algún momento de su vida Chika se había hecho la pregunta importante: ¿Cómo sería tener más hermanas?
En un principio, suena impresionante. Tener otra Kimi, igual de adorable e igual de chiquita. Sí, claro. Todos los días. Sin embargo, ahora que tenía cómo diez hermanos adicionales, igual tenía una lista de pros y contras mucho más extensa.
Sobre todo porque la mitad de esos malditos animales no sabía ni siquiera comportarse. Dentro de la otra mitad, aún había alguna que se salvaba. Ahora la vida de Chika se basaba en educar a media docena de crios que se creían mucho más de lo que podían creerse y no respondían a nada más que a la violencia.
Entonces Raijin dijo de llevarlos al dojo. Chika siempre había pensado que ella no era una estudiante ejemplar, ni siquiera una buena estudiante de karate. No seguía la mayoria de normas, no se sabía la mayoría de normas y apenas podía comportarse el tiempo suficiente para hacer un entrenamiento en condiciones sin hacer algo incorrecto.
Además, la mayoría de normas eran terriblemente complejas. No era como no comer mientras entrenabas, no, eran cosas como la cortesía o la humildad, que parecía que era algo que todos conocen pero entonces hay una frase filosofica que te da un dogma de vida y ella ni siquiera sabía qué significaban de normal. La cuestión era que se limitaba a intentar ser una buena Chika y que nadie se diese cuenta de que no sabía qué estaba haciendo.
Sin embargo, de la noche a la mañana se había convertido en la segunda karateka más educada y más fiel al codigo del Karate de la casa. Había pasado de ser la última a la segunda y era extremadamente extraño. Siempre había dejado que Kimi fuese el ejemplo, era fácil porque era perfecta, pero no podía lanzarle diez niños a la cara para que los entrenase.
Le tocaba ser el ejemplo a seguir. Pero ¿era ella ejemplo de algo? A ver, era una de las personas más fuertes del lugar, pero había mucho más que eso. Kimi era cien veces más ejemplar.
Entonces se le ocurrió. Claro. Su misión no era darles los buenos ejemplos, sino ablandarlos para que pudiesen aprender de Kimi. Bajarles los humos con lo que mejor se le daba, pelear. ¿Cómo no lo había pensado antes?
Cuando se levantó a hacer el saludo estaba mucho más animada. Solo tenía que partirle la boca a unos adolescentes y todo estaría bien.
— ¡REI! — e hizo una pronunciada reverencia.
Tras ello, esperaría a que Raijin diese su mandato, preparada para mancharse las manos con sangre infantil.
En un principio, suena impresionante. Tener otra Kimi, igual de adorable e igual de chiquita. Sí, claro. Todos los días. Sin embargo, ahora que tenía cómo diez hermanos adicionales, igual tenía una lista de pros y contras mucho más extensa.
Sobre todo porque la mitad de esos malditos animales no sabía ni siquiera comportarse. Dentro de la otra mitad, aún había alguna que se salvaba. Ahora la vida de Chika se basaba en educar a media docena de crios que se creían mucho más de lo que podían creerse y no respondían a nada más que a la violencia.
Entonces Raijin dijo de llevarlos al dojo. Chika siempre había pensado que ella no era una estudiante ejemplar, ni siquiera una buena estudiante de karate. No seguía la mayoria de normas, no se sabía la mayoría de normas y apenas podía comportarse el tiempo suficiente para hacer un entrenamiento en condiciones sin hacer algo incorrecto.
Además, la mayoría de normas eran terriblemente complejas. No era como no comer mientras entrenabas, no, eran cosas como la cortesía o la humildad, que parecía que era algo que todos conocen pero entonces hay una frase filosofica que te da un dogma de vida y ella ni siquiera sabía qué significaban de normal. La cuestión era que se limitaba a intentar ser una buena Chika y que nadie se diese cuenta de que no sabía qué estaba haciendo.
Sin embargo, de la noche a la mañana se había convertido en la segunda karateka más educada y más fiel al codigo del Karate de la casa. Había pasado de ser la última a la segunda y era extremadamente extraño. Siempre había dejado que Kimi fuese el ejemplo, era fácil porque era perfecta, pero no podía lanzarle diez niños a la cara para que los entrenase.
Le tocaba ser el ejemplo a seguir. Pero ¿era ella ejemplo de algo? A ver, era una de las personas más fuertes del lugar, pero había mucho más que eso. Kimi era cien veces más ejemplar.
Entonces se le ocurrió. Claro. Su misión no era darles los buenos ejemplos, sino ablandarlos para que pudiesen aprender de Kimi. Bajarles los humos con lo que mejor se le daba, pelear. ¿Cómo no lo había pensado antes?
Cuando se levantó a hacer el saludo estaba mucho más animada. Solo tenía que partirle la boca a unos adolescentes y todo estaría bien.
— ¡REI! — e hizo una pronunciada reverencia.
Tras ello, esperaría a que Raijin diese su mandato, preparada para mancharse las manos con sangre infantil.