10/02/2016, 22:09
Día 7
Había pasado una semana desde que el rubio había llegado a la frontera, por algún extraño motivo mandaron a un genin a ayudar, quizás le vieron interés por aprender o simplemente para ponerle a hacer algo, el hecho es que se encontraba ahí, ayudando a los guardias.
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El día transcurría con normalidad, como los otros, el aburrimiento me estaba matando, pocas personas se aventuraron por la frontera en estos días.
Mi mirada seguía enfocada al exterior del país, esperando a que algún extranjero intentara ingresar por la frontera, pero nada aparecía, ninguna sombra, ningún animal, absolutamente nada y mi interés iba en picada cada segundo que pasaba. El aburrimiento estaba carcomiendo lo más profundo de mi, incluso los brazos de Morfeo estaban empezando a tirar de mi, y fue entonces cuando lo vi.
Una anciana con un kimono floreado se acercaba montada en un caballo mecánico, literalmente un animal eléctrico y veloz que se acercaba a toda velocidad a la entrada, y me levanté rápidamente, mis ojos no podían creer lo que veía y ante la duda decidí observar con más atención; fue entonces cuando la magia se perdió y la realidad me despertó, no era un caballo eléctrico, no venía corriendo, y no era una anciana; era un caballo escuálido, que apenas parecía poder caminar, y cargaba a un muchacho que parecía tener vejez prematura, por lo menos a la distancia.
Cuando el sujeto llegó a la puerta empezó el registro cotidiano, pude detallar mejor al extranjero, no era viejo, quizás aún no había despertado en su totalidad, lo que sí me pudo la curiosidad fue el protector del espiral que poseía. Miré a mis superiores y uno de ellos me devolvió la mirada y le dieron paso al moreno.
Mis orbes le siguieron por unos instantes y luego escuché algo que me cambió el ánimo.- ¿¡Qué!? ¿Quieren que lo siga? – Exclamé, mis ojos se abrieron de par en par, no porque me impresionara, sino porque podría hacer algo diferente a estar ahí sentado. –Sí, sí lo siento. Hablar bajo- Repitió mientras hacía una reverencia a los guardias.
Ahora tenía una nueva labor, así que busque con mi mirada nuevamente su silueta y no estaba, me alarmé y empecé a correr en dirección a donde lo había visto por última vez.
Había pasado una semana desde que el rubio había llegado a la frontera, por algún extraño motivo mandaron a un genin a ayudar, quizás le vieron interés por aprender o simplemente para ponerle a hacer algo, el hecho es que se encontraba ahí, ayudando a los guardias.
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El día transcurría con normalidad, como los otros, el aburrimiento me estaba matando, pocas personas se aventuraron por la frontera en estos días.
Mi mirada seguía enfocada al exterior del país, esperando a que algún extranjero intentara ingresar por la frontera, pero nada aparecía, ninguna sombra, ningún animal, absolutamente nada y mi interés iba en picada cada segundo que pasaba. El aburrimiento estaba carcomiendo lo más profundo de mi, incluso los brazos de Morfeo estaban empezando a tirar de mi, y fue entonces cuando lo vi.
Una anciana con un kimono floreado se acercaba montada en un caballo mecánico, literalmente un animal eléctrico y veloz que se acercaba a toda velocidad a la entrada, y me levanté rápidamente, mis ojos no podían creer lo que veía y ante la duda decidí observar con más atención; fue entonces cuando la magia se perdió y la realidad me despertó, no era un caballo eléctrico, no venía corriendo, y no era una anciana; era un caballo escuálido, que apenas parecía poder caminar, y cargaba a un muchacho que parecía tener vejez prematura, por lo menos a la distancia.
Cuando el sujeto llegó a la puerta empezó el registro cotidiano, pude detallar mejor al extranjero, no era viejo, quizás aún no había despertado en su totalidad, lo que sí me pudo la curiosidad fue el protector del espiral que poseía. Miré a mis superiores y uno de ellos me devolvió la mirada y le dieron paso al moreno.
Mis orbes le siguieron por unos instantes y luego escuché algo que me cambió el ánimo.- ¿¡Qué!? ¿Quieren que lo siga? – Exclamé, mis ojos se abrieron de par en par, no porque me impresionara, sino porque podría hacer algo diferente a estar ahí sentado. –Sí, sí lo siento. Hablar bajo- Repitió mientras hacía una reverencia a los guardias.
Ahora tenía una nueva labor, así que busque con mi mirada nuevamente su silueta y no estaba, me alarmé y empecé a correr en dirección a donde lo había visto por última vez.