22/05/2022, 22:33
— ¡Pensaba que te tocaba a ti primero, Ka-chan! Venga, volvámoslo a intentar. Tú primero ¿vale?
— Ay, lo siento, Ki-chan. Pero te dije que iba. — contestó Chika, disculpandose con la mirada, con el cuerpo y con la voz.
Por suerte, tras eso pudieron entrenar sin más incidentes. Lo cierto era que entrenar con Miki era una bocanada de aire fresco. Normalmente, Kimi se exigia y le exigia toda su atención y esfuerzo. Y Chika siempre acababa debatiendose entre darle lo que le pedía o seguir conteniendose, porque le haría daño. Eso generaba una presión mucho mayor que la que sentía con la pequeña y adorable Miki.
Pero entonces, Raijin dijo las palabras mágicas.
— ¡Chika, Kenshin, al centro!
Lo iba a destruir. Negó con la cabeza un instante antes de mirar a Raijin y asentir, moviendose al centro del lugar con toda la disciplina y el autocontrol que tenía. Tenía que ser una buena chica, estaba ahí para instruir no para su vendetta personal. Pero cómo tuviese la más minima oportunidad de destruirlo, lo destruiría. Ese perro había secuestrado a su hermana. Bueno, cómo la mitad de ellos, pero ese era el cabecilla.
Le sonrió, intentando ocultar sus ansias de sangre, que se le colaban por los resquicios de su sonrisa.
— Ay, lo siento, Ki-chan. Pero te dije que iba. — contestó Chika, disculpandose con la mirada, con el cuerpo y con la voz.
Por suerte, tras eso pudieron entrenar sin más incidentes. Lo cierto era que entrenar con Miki era una bocanada de aire fresco. Normalmente, Kimi se exigia y le exigia toda su atención y esfuerzo. Y Chika siempre acababa debatiendose entre darle lo que le pedía o seguir conteniendose, porque le haría daño. Eso generaba una presión mucho mayor que la que sentía con la pequeña y adorable Miki.
Pero entonces, Raijin dijo las palabras mágicas.
— ¡Chika, Kenshin, al centro!
Lo iba a destruir. Negó con la cabeza un instante antes de mirar a Raijin y asentir, moviendose al centro del lugar con toda la disciplina y el autocontrol que tenía. Tenía que ser una buena chica, estaba ahí para instruir no para su vendetta personal. Pero cómo tuviese la más minima oportunidad de destruirlo, lo destruiría. Ese perro había secuestrado a su hermana. Bueno, cómo la mitad de ellos, pero ese era el cabecilla.
Le sonrió, intentando ocultar sus ansias de sangre, que se le colaban por los resquicios de su sonrisa.