26/06/2022, 00:31
Apenas había pasado dos días desde lo sucedido en Los Arrozales Sangrientos. El enfrentamiento fue una derrota total para la alianza, en la que montones y montones de ninjas murieron o fueron capturados. Yukiko Yuki, una joven jōnin relativamente baja y de piel pálida, había sido una de los ninja que habían escapar del campo de batalla con vida, aunque no hubiese sido voluntariamente.
— Lo siento... —Podía escucharse su grave voz, llorosa, por los pasillos de cierta forja.
Era temprano por la mañana, tanto que el sol ni siquiera había salido todavía, pero ahí estaba la chica, sentada en un enorme sofá negro mientras con su única mano agarraba una foto que solo se mantenía seca e intacta por el cristal del marco. Su rostro estaba ensangrentado, del mismo modo que su torso y su brazo, que presentaban algún que otro corte de poca profundidad incluso a través de su chaleco reglamentario, que estaba prácticamente destrozado.
— ¿Por qué lo hiciste, idiota? —Le preguntaba a la foto—. Se suponía que estabas a salvo...