19/07/2022, 18:59
— Vengo buscando a Hido, El Tigre Azul. Quería hacerle un par de preguntas sobre el Vigilante Nocturno, nada más
— Ja, el Vigilante Nocturno, dios los cría y ellos se juntan. — musitó el viejo por detrás.
— Ese soy yo. Sobre... ¿quien?
— El Vigilante Nocturno, muchacho. Y después el sordo soy yo. Estos niños de hoy en día tienen los nombres donde el gusto, en el culo. — siguió sin levantar la mirada del periodico.
El hombre hizo ademán de mirar al viejo sin llegar a hacerlo y le señaló a Ren el camino hacia la puerta que había al fondo del lugar.
— Mejor pasemos al despacho. ¡Y vosotros dejad de gandulear! — se giró al resto del dojo para mandarlos a entrenar antes de volver con la kunoichi. — Por aquí.
Le pondría la mano en la espalda para guiarla con suavidad. Todo el lugar se centraría en el entreno de inmediato, ya no había ni una sola mirada sobre ellos y Hido la guiaría hasta la puerta trasera. A través de la cristalera ya podía verse el interior antes siquiera de abrir la puerta. El despacho tenía un escritorio de madera maciza, con un tallado exquisito y un pulido extraordinario. Había dos sillones de cuero acolchado delante y uno incluso más ostentoso detrás del escritorio.
Hido abriría la puerta y le cedería el paso a Ren. Cuando ésta pasase, lo haría él y cerraría la puerta tras él.
— No es bueno hablar de esas cosas delante de los chicos. ¿Y bien? — le comentaría mientras se dirigía al sillón tras el escritorio señalando a Ren que podía sentarse donde quisiera.
— Ja, el Vigilante Nocturno, dios los cría y ellos se juntan. — musitó el viejo por detrás.
— Ese soy yo. Sobre... ¿quien?
— El Vigilante Nocturno, muchacho. Y después el sordo soy yo. Estos niños de hoy en día tienen los nombres donde el gusto, en el culo. — siguió sin levantar la mirada del periodico.
El hombre hizo ademán de mirar al viejo sin llegar a hacerlo y le señaló a Ren el camino hacia la puerta que había al fondo del lugar.
— Mejor pasemos al despacho. ¡Y vosotros dejad de gandulear! — se giró al resto del dojo para mandarlos a entrenar antes de volver con la kunoichi. — Por aquí.
Le pondría la mano en la espalda para guiarla con suavidad. Todo el lugar se centraría en el entreno de inmediato, ya no había ni una sola mirada sobre ellos y Hido la guiaría hasta la puerta trasera. A través de la cristalera ya podía verse el interior antes siquiera de abrir la puerta. El despacho tenía un escritorio de madera maciza, con un tallado exquisito y un pulido extraordinario. Había dos sillones de cuero acolchado delante y uno incluso más ostentoso detrás del escritorio.
Hido abriría la puerta y le cedería el paso a Ren. Cuando ésta pasase, lo haría él y cerraría la puerta tras él.
— No es bueno hablar de esas cosas delante de los chicos. ¿Y bien? — le comentaría mientras se dirigía al sillón tras el escritorio señalando a Ren que podía sentarse donde quisiera.