21/07/2022, 17:13
La joven le tendió una de las bolsas que se le habían caído y que no había tenido tiempo de recoger.
—Creo que esto es tuyo.
Ayame le dedicó una suave sonrisa y una nueva inclinación de cabeza. Sin embargo, algo pareció llamar la atención de la desconocida, que tenía sus curiosos ojos de color violeta clavados en su frente.
—¡Oh, qué bonita luna! ¿Es un tatuaje? Oh, lo siento, no quiero ser metiche —comentó con una risita —, es sólo que se ve lindo.
Ella se llevó una mano a la frente, inicialmente sorprendida. Tiempo atrás le habría preocupado que lo primero en lo que se fijara fuera la luna de su frente, pero parecía haber pasado una eternidad desde entonces. Ni siquiera ella era la misma Ayame de entonces. Sus labios se curvaron ligeramente y abrió la boca, como si hubiese estado a punto de decir algo, pero finalmente volvió a cerrarla y negó con la cabeza. Entonces miró a su alrededor, buscando algo con gesto dubitativo. Reparó de nuevo en la libreta de la pelirroja, pero tras mirar al cielo desechó la idea sacudiendo la cabeza. No pareció encontrar lo que buscaba y, al final, con un suave suspiro, volvió a mirar a la desconocida y se agachó sobre la tierra. Con el dedo índice trazó dos ideogramas: 菖蒲. Ayame los señaló con el dedo, se señaló a sí misma con una sonrisa, y después la señaló a ella, ladeando la cabeza con gesto interrogante.
—Creo que esto es tuyo.
Ayame le dedicó una suave sonrisa y una nueva inclinación de cabeza. Sin embargo, algo pareció llamar la atención de la desconocida, que tenía sus curiosos ojos de color violeta clavados en su frente.
—¡Oh, qué bonita luna! ¿Es un tatuaje? Oh, lo siento, no quiero ser metiche —comentó con una risita —, es sólo que se ve lindo.
Ella se llevó una mano a la frente, inicialmente sorprendida. Tiempo atrás le habría preocupado que lo primero en lo que se fijara fuera la luna de su frente, pero parecía haber pasado una eternidad desde entonces. Ni siquiera ella era la misma Ayame de entonces. Sus labios se curvaron ligeramente y abrió la boca, como si hubiese estado a punto de decir algo, pero finalmente volvió a cerrarla y negó con la cabeza. Entonces miró a su alrededor, buscando algo con gesto dubitativo. Reparó de nuevo en la libreta de la pelirroja, pero tras mirar al cielo desechó la idea sacudiendo la cabeza. No pareció encontrar lo que buscaba y, al final, con un suave suspiro, volvió a mirar a la desconocida y se agachó sobre la tierra. Con el dedo índice trazó dos ideogramas: 菖蒲. Ayame los señaló con el dedo, se señaló a sí misma con una sonrisa, y después la señaló a ella, ladeando la cabeza con gesto interrogante.