21/07/2022, 23:33
(Última modificación: 29/07/2022, 20:11 por Uchiha Datsue. Editado 3 veces en total.)
«¿Qué cojones…?»
Aún no las había empuñado, tan solo rozado, y ya sintió un estallido de electricidad estática recorriéndole los brazos y erizándole la piel. Hasta entonces, Zaide pensaba que aquellas espadas tenían un valor histórico y monetario por ello. Ahora, lo intuyó en lo más profundo de su ser, era algo más. Aquellas espadas tenían algo.
Algo más. Algo inexplicable. Acumuló chakra Raiton en sus manos y dejó que fluyesen por las hojas, dejando que las sedientas hojas de acero se emborrachasen con su poder. Había matado al Señor de la Tormenta, ¿y no era así cómo se sucedían los cargos en Amegakure?
—Dejadme empuñaros —les pidió, como si estuviese susurrando al oído de su amante—, y no me limitaré a traer la Tormenta al país en el que fuisteis forjadas. Os prometo... Haré que caiga sobre todo Ōnindo..
Supo entonces una segunda cosa. Miró a Yota, al que momentos antes pensaba cederle el botín. Le miró como el perro que tiene un trozo de carne entre sus patas y envía un aviso con su mera actitud corporal al otro perro que se acerca a olisquear.
Y entonces Yota fue a intentar recuperar las espadas...
... y Zaide tiró de ellas, tratando de liberarlas de décadas de encierro y alejarlas de las manos de Yota.
—¿Las quieres? Creo que me sientan mejor a mí, ¿no te parece?
Aún no las había empuñado, tan solo rozado, y ya sintió un estallido de electricidad estática recorriéndole los brazos y erizándole la piel. Hasta entonces, Zaide pensaba que aquellas espadas tenían un valor histórico y monetario por ello. Ahora, lo intuyó en lo más profundo de su ser, era algo más. Aquellas espadas tenían algo.
Algo más. Algo inexplicable. Acumuló chakra Raiton en sus manos y dejó que fluyesen por las hojas, dejando que las sedientas hojas de acero se emborrachasen con su poder. Había matado al Señor de la Tormenta, ¿y no era así cómo se sucedían los cargos en Amegakure?
—Dejadme empuñaros —les pidió, como si estuviese susurrando al oído de su amante—, y no me limitaré a traer la Tormenta al país en el que fuisteis forjadas. Os prometo... Haré que caiga sobre todo Ōnindo..
Supo entonces una segunda cosa. Miró a Yota, al que momentos antes pensaba cederle el botín. Le miró como el perro que tiene un trozo de carne entre sus patas y envía un aviso con su mera actitud corporal al otro perro que se acerca a olisquear.
Y entonces Yota fue a intentar recuperar las espadas...
... y Zaide tiró de ellas, tratando de liberarlas de décadas de encierro y alejarlas de las manos de Yota.
—¿Las quieres? Creo que me sientan mejor a mí, ¿no te parece?